En México y en muchos países se ha hecho costumbre ver niños en la calle, niños que son expulsados de la sociedad y se convierten en una especie de condenados de la tierra.
Según un estudio hay 100 millones de niños en estas condiciones en el mundo, de los cuales 40 millones son de América Latina, son cifras un poco generales y la verdad es una tragedia de dimensiones incalculables.
Hace 12 años el gobierno mexicano se comprometió ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos a impulsar políticas públicas que atendieran esta problemática, pero el único resultado que ha habido es algo parecido a una limpieza social, en la que los niños son sometidos a albergues de donde huyen más temprano que tarde.
Los niños en situación de calle por lo general son expulsados de sus propios hogares debido a la pobreza que viven sus padres, ya que si en sus casas no hay de comer o viven en condiciones difíciles los mismos padres los mandan a trabajar a las calles.
Sin duda la pobreza es la mayor causa por la que escogen la calle como morada.
La reinserción social no se logra y los niños desarrollan una cultura callejera el tiempo que viven ahí, con los riesgos de consumir cualquier tipo de droga y ser víctimas de violencia de todo tipo incluida la sexual, muchos se ven en la necesidad de trabajar y en los últimos meses se ha vuelto común verlos solos en las caravanas de migrantes.
La solución debe ser desde el seno de la familia, si los padres tienen un buen empleo y sueldo, además también hay escuelas y hospitales
que les resuelvan esta problemática, la familia y los niños no tendrán que forzar una salida hacia la calle, una salida que los castre y que incluso no les permita a los niños la posibilidad de jugar y crecer con una familia. Si no se atiende esta falla estructural será muy difícil acabar o disminuir esta fábrica de castración de futuros infantiles.