Decía el poeta Antonio Machado: ¡Oh, la saeta, el cantar al Cristo de los gitanos, siempre con sangre en las manos, siempre por desenclavar!
En estos días volvemos a vivir estas escenas del mundo católico, los tiempos de guardar, los tiempos de Semana Santa en los que algunos no recuerdan al Jesús de la mar, al que curaba a los pobres, sino al que la iglesia ha construido según sus propios intereses.
El Jesús tímido que curaba a los pobres, resucitaba a los muertos, expulsaba a los demonios, convertía el agua en vino y multiplicaba los panes y los peces, que se resistía ir a Jerusalén, ese Jesús está batallando con el Jesús del dolor y sangre en las manos que la iglesia ha impuesto.
En estos tiempos de Semana Santa y en los que se persigue a los migrantes, el Jesús válido y vigente es el que andaba en la mar, sobre todo para los migrantes y pobres que evidentemente no tienen un líder que luche por ellos; sin embargo, la figura de Trump nos recuerda que la vida y la muerte son una sombra que pasa y el dolor es el único que no pasa, continúa y tiene una larga vida.
En esta semana la vigencia del Jesús social es tan actual como hace 2025 años, la vigencia está pintada en los ojos de los niños y migrantes que sobre todo reclaman un poco de amor, no migajas, y gritan: ¡ya no más redadas que no somos delincuentes! Que estos días, llamados de guardar, sean motivo de reflexión y de construir un poco de sueños ante tanta realidad que se nos viene encima, es tiempo de volver a apostar por el Jesús que curaba a los enfermos, el Jesús cercano a los niños y no por el Jesús con sangre en las manos y siempre por desenclavar.