¿Por qué se organizaron las protestas contra la gentrificación en Ciudad de México?

Con pancartas y grafitis, los manifestantes dejaron clara su molestia por la afluencia de extranjeros que se han instalado recientemente en Ciudad de México:

“¡Gringo, vete a casa!”. “¡Habla español o muere!”. “¡La gentrificación es colonización!”.

Algunos lugares en donde suelen reunirse algunos trabajadores nómadas fueron saqueados durante las protestas del viernes. El lunes por la mañana, la presidenta de México, Claudia Sheinbaum, condenó los saqueos.

Pero Sheinbaum también reconoció las preocupaciones de los manifestantes y cómo se han tensado los ánimos en Ciudad de México, la mayor metrópoli de Norteamérica, por la llegada de miles de extranjeros relativamente acomodados, sobre todo de Estados Unidos. Muchos residentes capitalinos están indignados por el aumento de las rentas y de los precios de los alimentos en algunas partes de la ciudad.

“El terreno no es parejo”, dijo Daniela Grave, una residente que asistió a la protesta. “Si ganan en dólares y no pagan impuestos, hay una desigualdad de condiciones para mexicanos y extranjeros, donde quien gana en dólares tiene todo el poder para ejercer en esta ciudad de la manera que quiera y eso es lo que debería regularse”.

La tensión por la afluencia de trabajadores remotos se ha ido acumulando desde hace tiempo. Los trabajadores extranjeros a distancia empezaron a trasladarse en gran número a Ciudad de México durante la pandemia de coronavirus y se han asentado sobre todo en colonias céntricas como la Condesa y la Roma.

Para sorpresa de muchos residentes de toda la vida, estas zonas se han convertido en bastiones en los que se habla más inglés que español en algunos cafés, y en los que han surgido espacios de trabajo, estudios de pilates, tiendas de comida especializada y boutiques de ropa para atender las necesidades de los recién llegados.

Una de las principales inquietudes de los manifestantes tiene que ver con el aumento de las rentas y el valor de los inmuebles. Grave, de 34 años, quien vive en la Roma Sur desde hace dos décadas, dijo que había visto cómo su colonia, que solía ser tranquila y familiar, estaba viviendo un cambio lento pero extremo.

Las misceláneas o tienditas de la esquina y los restaurantes asequibles han sido sustituidos por restaurantes de lujo y galerías de arte. Incluso el mercadito local donde compra algunos productos se ha encarecido y suele estar abarrotado de turistas y guías.

En los restaurantes del barrio, notó cómo ahora se espera que los camareros hablen inglés para atender a los comensales extranjeros. Los edificios de departamentos que la rodean se han convertido en espacios en renta por Airbnb, algunos de los cuales acogen fiestas nocturnas que, dijo, han “cambiando el ambiente del barrio”.

Grave, quien se unió a la reciente protesta con su madre, recalcó que no tenía ningún problema con los extranjeros, ni con los estadounidenses en particular, pero expresó su preocupación por los desequilibrios económicos que se crean cuando personas con un poder adquisitivo mucho mayor expulsan a los residentes de toda la vida.

Otros residentes afirman que algunos de los extranjeros privilegiados que viven ahora en Ciudad de México podrían tomar medidas importantes para disminuir las preocupaciones de sus vecinos.

Luis Sosa, de 44 años, director creativo que vive en la Condesa desde 2006, dijo que los estadounidenses que se trasladan a México podrían esforzarse más por comprender la cultura del país y dijo que un comienzo podría ser aprender español.

Sosa, quien no asistió a la protesta, dijo que comprendía la frustración que sentían muchos residentes, pero rechazó el tono violento y xenófobo de las protestas recientes, que, dijo, replicaban el sentimiento antimigrante de algunas partes de Estados Unidos.

En cambio, señaló a los promotores inmobiliarios que aprovechan el aumento de la demanda y la especulación y suben los alquileres, y a los políticos que no han regulado la tendencia con políticas públicas.

Sosa consideró que la indignación de algunos residentes locales estaba enfocándose en lugares equivocados. No todo puede dejarse a las fuerzas del mercado, dijo, sin que la clase política tome acción frente al problema.

Sosa también advirtió contra lo que llamó nostalgia por lo que solían ser esos barrios, pues podría impulsar la resistencia a un cambio potencialmente positivo, añadió.

Remarcó que los migrantes contribuyen tanto a la cultura como a la vida económica y por eso tanto los barrios, las ciudades y la cultura, evolucionan de manera constante.

Claudia Sheinbaum, exjefa de gobierno de Ciudad de México, dijo el lunes que desaprobaba la protesta, al tiempo que criticaba la expansión de la gentrificación en la ciudad que gobernaba.

“No puede ser que por una demanda, que por más legítima que sea, que es la gentrificación, la demanda sea: fuera cualquier nacionalidad de nuestro país”, declaró a los periodistas. “México es un país abierto al mundo”.

La presidenta Sheinbaum también llamó la atención sobre los nuevos emprendimientos inmobiliarios que han provocado un aumento del valor de las propiedades y de las rentas, haciendo subir los precios, desplazando a los residentes que llevaban mucho tiempo viviendo ahí y alterando el carácter de los barrios.

“Ya hay mucha especulación inmobiliaria derivado de la renta de Airbnb y todas estas plataformas digitales”, dijo. “No puede ser el encarecimiento de la ciudad”.

En 2022, cuando era jefa de gobierno de la ciudad, Sheinbaum firmó un acuerdo con Airbnb para promover Ciudad de México como “capital del turismo creativo”, un esfuerzo por mejorar la reputación de la ciudad como centro mundial de trabajadores a distancia. En ese momento, Sheinbaum dijo que no creía que la empresa fuera a aumentar los precios para los habitantes locales.

Pero el problema había empezado años, incluso décadas, antes.

Un estudio publicado el año pasado reveló que, entre 2000 y 2022, la asequibilidad de la vivienda en Ciudad de México se desplomó cuando los precios se cuadruplicaron y los ingresos de los mexicanos disminuyeron, y que algunos vecindarios gentrificados multiplicaron ocho veces el precio de la vivienda.

El proceso ha contribuido a la aparición de zonas muy costosas y al desplazamiento de más de 23.000 familias de bajos ingresos cada año.

“La gentrificación realmente ha sido una constante”, dijo Tamara Velásquez Leiferman, experta mexicana en estudios urbanos de la Universidad de Rutgers. “Y lo que estamos viendo ahorita es la culminación”.

Las últimas gestiones del gobierno de la ciudad han intentado abordar el problema, por ejemplo subvencionando viviendas asequibles e introduciendo algunas regulaciones a Airbnb, aunque las autoridades han propuesto eliminar las restricciones para garantizar que la ciudad pueda recibir a los cinco millones de visitantes que se espera que acudan con motivo de la Copa Mundial de la FIFA en 2026.

“La Ciudad de México no está de acuerdo con la gentrificación”, dijo la actual jefa de gobierno de la capital, Clara Brugada, en un comunicado posterior a la protesta. “Rechazamos este fenómeno que excluye a la población de sus barrios, colonias y comunidades”.

Incluso antes de la protesta contra los extranjeros, algunos habitantes de Ciudad de México habían mostrado su malestar por la afluencia de migrantes adinerados. En 2022, empezaron a aparecer letreros en las paredes de los edificios de la colonia Roma.

En uno de los mensajes se preguntaba, en inglés: “¿Eres nuevo en la ciudad? ¿Trabajas a distancia?”. Después hay una descripción con obscenidades de los recién llegados a los que describe como una “plaga” despreciada por los residentes.

A principios de año proliferó una nueva oleada de pancartas xenófobas en las calles de las colonias Condesa y Roma, culpando de la gentrificación a los extranjeros, y un grupo llamado “Mexicanos en Defensa de la Nación” se atribuyó el crédito.

“Respeta a los locales y su cultura, o vete”, decía una de estas pancartas. “Primero los mexicanos”.

Arielle Simone, influente estadounidense en las redes sociales, se convirtió en el centro de la indignación tras celebrar su traslado de Brooklyn a Ciudad de México en publicaciones que suscitaron respuestas hostiles. Simone dijo que había recibido amenazas que la obligaron a mudarse a un nuevo barrio.

Pero Simone, quien no respondió a la solicitud de comentarios, suscitó una mayor controversia cuando inició una campaña de GoFundMe para recaudar 4500 dólares para ese traslado. Algunos de sus detractores dijeron que su petición de tal cantidad ponía de manifiesto la desconexión entre el nivel de vida del que disfrutan algunos estadounidenses en la ciudad y las dificultades que afrontan muchos mexicanos para llegar a fin de mes.

(Con información de The New York Times)

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