Lluvias dan golpe demoledor a la naranja en Veracruz; dañadas 80 % de hectáreas de ese cultivo

Álamo Temapache, Ver. Debido a las lluvias e inundaciones de la semana pasada, este municipio del norte de Veracruz, considerado como el centro más importante de producción de naranja de todo el país, recibió un golpe demoledor, pues de acuerdo con cálculos de los habitantes, al menos 80 por ciento de todas las hectáreas dedicadas al cultivo del cítrico resultaron dañadas.

Las consecuencias que ello dejará a mediano y largo plazo en el empleo y la economía de toda la región son enormes, y podrían arrojar a miles de habitantes a la migración forzada, la adquisición de deudas o, en el peor de los casos, a la necesidad de ingresar a las filas del crimen organizado, como una alternativa extrema de supervivencia.

Pese a la gravedad de la situación, dicen los productores naranjeros, no todo está perdido en Álamo Temapache. La vida que los lugareños han construido por décadas en torno de los cítricos puede reconstruirse, pero sólo si el gobierno escucha las opiniones y necesidades de la gente, y toma decisiones de la mano de ellos.

Del esplendor al vacío

En otros años, la calle de Estero del Ídolo, donde se encuentran las básculas en las que los naranjeros van a pesar su producción, para saber cuánto sacar por ella, estaría bullendo de actividad en estos días. Habría decenas de agricultores negociando y sería casi imposible caminar por la romería que se forma tradicionalmente aquí.

Pero hoy, esta zona de la ciudad luce extrañamente vacía. Apenas unos cuantos productores se ven por acá, tratando de vender las pocas naranjas que lograron rescatar de las lluvias y las inundaciones, antes de que la fruta ya no sirva para nada.

Según cifras oficiales, Álamo Temapache produjo en 2023 más de 43 mil 900 hectáreas de naranjas (70 por ciento de las cuales son de pequeños productores, con 5 hectáreas o menos), con un total de 700 mil toneladas anuales.

Tan sólo este municipio aportó ese año el 27.5 por ciento de la producción estatal y fue el más importante en todo el país. Gracias a él, México se posicionó como el quinto productor mundial de cítricos.

Para dimensionar la importancia de este cultivo, se estima que en el mencionado año generó una derrama económica de más de un mil 719 millones de pesos. Aquí se producen más naranjas de temporal que en estados completos, como Puebla, Tamaulipas o Nuevo León.

Cuando el municipio estaba apenas saliendo de la peor parte de la crisis generada por la plaga del “dragón amarillo” o HLB, que mermó duramente a los árboles de naranja de la región, las fuertes precipitaciones de la semana pasada dieron al traste con los avances.

Don Tomás Cruz Hernández es uno de los productores que más resintieron las crecidas del río Tuxpan, que a esta altura recibe los caudales combinados de los ríos Vinazco y Pantepec. De los 230 árboles de naranja que tenía plantados en una hectárea, en el pueblo de Hidalgo Amajac, todos quedaron arrancados o inútiles para la producción de la fruta.

En apenas un par de días, cuando la inundación llegó a su punto más alto, se echó a perder el trabajo previo de al menos medio año de cuidado de los árboles, para cuyo mantenimiento es necesario limpiar a su alrededor (o “redondear”), podar sus partes secas y retirarle las plantas trepadoras conocidas como “secapalo” que los pueden dañar.

Para mantener en buenas condiciones una hectárea, dice el hombre, hay que invertir unos 30 mil pesos en abono, fumigación y el pago del trabajo de los cuidadores, para a finales del año obtener unos 60 mil o hasta 80 mil pesos al venderla directamente en la plaza, o bien a las empresas jugueras.

Dueños legales de la nada

Con las fuertes crecidas del río Tuxpan, los plantíos que don Tomás había cuidado con esmero quedaron reducidos a un grupo de árboles desgajados de la tierra que quizá sirvan únicamente para hacer leña. La tierra hoy, con el calor inclemente de la tarde, se ve reseca y agrietada.

En otros terrenos cercanos, pueden verse naranjos aún en pie y con frutos todavía colgando de sus ramas, pero éstos ya no son aptos para la venta, porque las inundaciones generan que la tierra se sobrecaliente y los “bote” de manera prematura, con un sabor que, además, no es el que el mercado requiere.

Pero si el arrasamiento de la tierra ya es suficientemente malo, su desaparición debido a la fuerza de las aguas es todavía peor. Y ese es justamente el proceso que el Tuxpan, año con año, va generando con sus riberas, debido a la falta de gaviones, las cestas rellenas de tierra o piedras que estabilizan los suelos e impiden la erosión

“Cada creciente grande que haya, se va a seguir llevando la tierra, porque ahí donde no hay gaviones, el agua va a hacer remolino, afloja la arena (de las orillas del río), y al rato, ¡ya p’abajo la tierra!”, explica.

No sólo en Hidalgo Amajac ha ocurrido este fenómeno, sino también en poblados vecinos como Limonar, Vela de Soledad, Kilómetro 33 y Ruta Rojo Gómez, donde el río “se tragó” parcelas completas.

El ingeniero y agricultor Michael Pazarón Salgado recalca que, en estos casos, los productores naranjeros “ya solamente son dueños de nada. Tienen un papel que certifica que tienen una propiedad que ya no existe. No es que se hayan caído los árboles o se haya erosionado la tierra, es que ya no está”.

En Kilómetro 33, Gerardo Granados Barajas palpa este fenómeno todos los días, y vive con la zozobra de que el río siga erosionando la tierra y llegue hasta donde se encuentra su casa. El Tuxpan “ya se ha comido 15 o 20 hectáreas desde hace 20 años. El río hace una curva y año con año va comiendo poco a poco más tierra”.

Hace muchos años, cuenta, este cuerpo de agua “era una cosa angostita, bonita, bien honda”, delimitado a su derecha por un grupo de sauces. Hoy, esos árboles siguen existiendo, pero ahora están a la izquierda del río, que “se movió” de lugar y se ha “tragado” más de mil metros en la ribera opuesta, donde está la casa del hombre.

Por eso, don Gerardo urge a que lleguen recursos directamente a la comunidad, no al municipio, para construir un muro de contención que frene la avanzada silenciosa del Tuxpan. “Si no tomamos cartas en el asunto, al rato el río va a pasar por aquí. Ojalá que para entonces no viva yo, pero temo por mis hijos y mis 9 nietos”, dice.

Los daños actuales, sin embargo, ya inhabilitaron un tramo de la carretera vieja Álamo-San Miguel Tuxpan, donde ya no es posible transitar en auto, sino únicamente a pie o en bicicleta.

La crisis que viene (y las posibles soluciones)

Pazarón, quien conoce también del manejo de la ganadería y el cultivo de maíz en la zona, alerta a La Jornada que aunque en este momento la prioridad es el retiro de escombros de las viviendas, la limpieza de las calles y la alimentación de los miles de damnificados de las inundaciones, es necesario poner atención a las consecuencias que dejará el siniestro en los años venideros.

“Se vienen tiempos muy oscuros, porque la agricultura es el principal fuente de ingresos de este municipio, y al darle un golpe prácticamente en el corazón, el productor no tendrá cómo cobrar. Es un cultivo que sólo da una vez al año, y ahorita se está acabando ese periodo de administración” de lo que ganaron en el ciclo anterior, sin que haya una cosecha nueva.

“Se viene un efecto en cadena, donde el productor no va a cosechar este año y no va a tener dinero qué gastar, lo que va a generar se metan en créditos, otros tengan que migrar a buscar trabajo a otro lado y, en un caso más drástico, habrá personas que podrán entrar en la delincuencia”, advierte.

El crimen organizado “es una puerta abierta que les ofrece una solución dizque rápida. Ahorita hay que satisfacer las necesidades básicas, y no puedes juzgar a un papá por querer llevar alimento a sus hijos. Lo ideal, lo legal, lo moral, sería buscar trabajo, pero si todas las fuentes de trabajo ahorita están colapsadas”, la criminalidad se abre como una alternativa forzada.

El “efecto en cascada”, añade Pazarón, afectará a los comerciantes y en última instancia a la economía de todo el municipio. A mediano plazo, incluso, incluso las viviendas y los vehículos de Álamo pueden depreciarse, por estar en una zona que sufrió daños graves. “Lo que viene es enorme y esto va a estallar cuando todos estén en otra cosa”, lamenta.

“Para nosotros, todavía hay esperanza”

Pese a la gravedad del asunto, la productora local Adalberta Cabrera del Ángel prefiere mantener una actitud optimista. “Hemos sobrevivido gracias a nuestro clima, nuestro trópico húmedo, y aquí siguen los cítricos. Quedan varias hectáreas y hay oportunidades para repoblar las plantaciones”, señala.

“No queremos que se acabe la citricultura, sino rescatarla”, dice la mujer, con mirada convencida. Si los naranjos han sobrevivido a plagas como la del “dragón amarillo” o el virus de la tristeza de los cítricos, puede sobreponerse también a esta crisis, pero para ello, “la palabra clave es priorizar, que haya políticas públicas del gobierno, de la mano con los productores”, sin guiarse por protagonismos.

En ese tono, llama a la presidenta Claudia Sheinbaum y el gobernadora Rocío Nahle a darle su apoyo a los naranjeros de Álamo. “Ahora más que nunca necesitamos de todo el esfuerzo para rescatar lo que se pueda rescatar en la citricultura y prevenir futuras catástrofes. Con voluntad, algo tiene que haber”.

Don Tomás recalca la urgencia de la colocación de gaviones sobre el río Tuxpan. “Todavía se pueden hacer muchas cosas. Pueden seguir el engavionado que quedó pendiente para que así ya no vuelva a suceder lo mismo. Tenemos esperanzas de que si esa obra sale adelante, podemos seguir cultivando lo poco que nos dejó de terrenito”.

Para Michel Pazarón, una posible alternativa es que el gobierno del estado lance un programa mediante el cual contrate a los productores para cuidar su propia tierra y les otorgue una ayuda para cubrir sus necesidades básicas.

“Tendría que ser un plan de rescate, de autoempleo. A lo mejor generar viveros donde se les den plantas, para quienes las perdieron, y ver con la Comisión Nacional del Agua una inversión fuerte a la infraestructura en el río Tuxpan, que ya ha causado daños enormes. Sería más barato invertirle miles de millones a eso, que seguir con las pérdidas en la economía” por no hacerlo.

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