Ciudad de México. Migrantes que ocupan banquetas y algunos espacios del arroyo vehicular en las calles cerrada Lerdo, Lerdo de Tejada y Camino a Cerro de la Estrella, contiguas a la Casa del Migrante Arcángel Rafael, en el barrio de San Pablo, de Iztapalapa, conocen las reglas y las respetan, barren constantemente, no escupen, colectan su desechos en bolsas que después recoge el servicio de limpia de la alcaldía e instalan sus casas de campaña después de las 10:00 de la noche y las retiran a las 6:00 para no obstruir a los peatones.
La saturación del albergue, que tiene una capacidad para 200 personas pero aloja a 250 porque se habilitó la capilla como dormitorio, en su mayoría mujeres y menores, mantiene a alrededor de 200 migrantes en el exterior, en la vía pública que esperan la cita solicitada a través de la aplicación CBP One para pedir asilo a Estados Unidos, explicó Elías Carbajal, venezolano que permanece en con un grupo de 17 personas más, también venezolanos, que se unieron para apoyarse mutuamente.
Aunque en general las reglas se cumplen no falta algún incidente, anoche llovió y algunos no pudieron evitar que su ropa se mojara y apenas se despejó un poco al mediodía la tendieron en la banqueta a secar, pero una joven que pasó por allí con su hija de la mano reclamó: “De quien es esta ropa, no la pueden dejar así, nos cierran el paso”.
Un vecino que declaró con reserva de su identidad, hizo la cuenta y aseguró son apenas unos 15 vecinos los que se quejan y han pedido que los retiren de la zona; en algunos casos se distinguen porque tienen carteles en sus muros que los conminan a irse a la Macroplaza de la alcaldía y confinan la banqueta con cinta roja de precaución, como el número 117 y el conjunto habitacional Ariadna, en el 106, donde estimó que sólo unas cinco personas están en contra de la presencia de los migrantes e inclusive del albergue.
Otros vecinos no sólo no se oponen, sino que los apoyan con lonas, cartones para que los extiendan en piso, les permiten usar su sanitario y hasta les han ayudado a conseguir cobijas en la misma Casa del Migrante.
Algunas familias como la de Javier Salazar y María de Lourdes Santillán, que tienen su domicilio a unos metros del albergue en Cerrada Lerdo, hasta les dan albergue en otra casa a la vuelta donde antaño tenía su negocio de carnicería y peluquería, ambas accesorias son ocupadas por migrantes con sus hijos pequeños.
El albergue, en tanto, luce ordenado, limpio, con una sección para hombres y otra para mujeres y menores, que son la mayoría, unos 70 en el patio y los dormitorios que realizan actividades con voluntarios, como un grupo de estudiantes de la universidad La Salle de Cuernavaca que les enseñan a elaborar piñatas con globos, pegamento y papel periódico.
El padre Juan Luis Carbajal, director de la Casa del Migrante Arcángel Rafael, cuenta que hay casos tan dramáticos como el de una bebé bebé de un año que llegó con un grado de desnutrición tal que pensó que no sobreviviría o el de Ángel Eduardo, que vio en la selva morir a su madre al ser arrastrada por la crecida del río y continuó el viaje co su abuela Alexandra Soto, que con asesoría de abogados, también voluntarios en el albergue, inició las gestiones en su país para formalizar la patria potestad de su nieto.
Carbajal lamenta que no pueda recibir a más personas en las instalaciones para evitar condiciones de hacinamiento que podrían generar riesgos de salud y el cometido de la congregación de los misioneros de San Carlos Scalabrinianos, que tiene una red de casas del migrante en toda Latinoamérica es de brindar asistencia al migrante en condiciones dignas.
Tras la protesta que realizaron ayer algunos vecinos al cerrar la calzada Ermita Iztapalapa para pedir la reubicación de los migrantes fuera del albergue, dijo que no puede estar más que de acuerdo, siempre y cuando los lleven a un espacio donde tengan las mismas condiciones que tienen allí e instó a quienes protestaron a visitarlo para que conozcan la labor que realizan.
Advirtió sin embargo que dentro de la protesta observó a personas que no son de este barrio, por lo que manifestó su temor de que el tema lo estén politizando y utilicen a los migrantes para tratar de desacreditar con discursos antiinmigrantes y porque “no lo hacían antes que no estaban las campañas”