El uno de junio pasará a la historia electoral como la fecha en que en México se eligió a los miembros del Poder Judicial.
Al mismo tiempo que se elegía el poder judicial se celebraron elecciones municipales en Durango y Veracruz y como dato las casillas instaladas en ambos estados para elegir alcaldes fue el doble que las casillas instaladas para la parte judicial, en Durango por ejemplo 2,658 casillas para la elección municipal y otras 1,497 para el poder judicial, en Veracruz 10,993 para municipales y 5,458 del judicial, este es el primer detalle a revisar.
En honor a la presidenta, ella pudo nombrar a los ministros sin necesidad de ser elegidos por la gente e impulsó una reforma para que fueran designados por el voto popular, sin embargo, la prisa y la falta de presupuesto hizo que la elección fuera poco conocida y que los electores no conocieran a los participantes, el acordeón es la foto del desconocimiento de quiénes podían ser elegidos.
Como se quiera leer, ya sea que 13 millones votaron o que hubo una abstención del 90%, la realidad muestra que sólo 13 % participó contra un 64% en el 2000 y un 59% en 2024, cifras que nos obligan a reflexionar en la participación ciudadana.
La próxima elección de los miembros del poder judicial será en 2027 y se juntaran con la elecciones de gobernadores, diputados y alcaldes, por lo que se tienen que hacer en casillas separadas, ya que así lo marca la ley, se espera una elección muy compleja y será una oportunidad para no repetir los errores que se cometieron.
Hay que mejorar el proceso electoral pero sobre todo hay que blindar la elección para evitar que sea infiltrada por el crimen organizado, si es que queremos que los jueces sean personas que protejan a la gente y no estén al servicio de los que tienen dinero o peor: al servicio de la delincuencia. El uno de junio quedó atrás, ahora sigue mejorar la elección del 27 y hacer que la gente salga a votar por los jueces y para ello se requiere que con tiempo sepamos quiénes son, qué representan y que realmente estén al servicio de la gente y no de los partidos que deciden sus candidaturas.
