Joe Biden, “cómplice” de la hambruna en Gaza

Tel Aviv. El presidente Joe Biden y su gobierno han sido acusados de ser cómplices en permitir una hambruna en Gaza, al no tomar medidas suficientes ante repetidas advertencias de sus propios expertos y agencias de ayuda.

Entrevistas con funcionarios actuales y anteriores de la Agencia Estadunidense para el Desarrollo Internacional (Usaid) y del Departamento de Estado, de agencias de ayuda que operan en Gaza, así como documentos internos de la Usaid, revelan que el gobierno estadunidense rechazó o pasó por alto peticiones de usar su influencia para persuadir a su aliado Israel –receptor de miles de millones de dólares en apoyo militar estadunidense– de permitir el ingreso de suficiente ayuda humanitaria en Gaza y evitar que la hambruna se enseñoreara en el territorio.

Los ex funcionarios señalan que Estados Unidos dio también cobertura diplomática a Israel para crear las condiciones de la hambruna, al bloquear esfuerzos internacionales por alcanzar un cese del fuego o aliviar la crisis, lo que volvió casi imposible entregar la ayuda.

“No es sólo cerrar los ojos ante la inanición artificial de toda una población, sino que es complicidad directa”, declaró a The Independent Josh Paul, ex funcionario del Departamento de Estado que renunció en protesta por el apoyo de su país a la guerra.

Israel ha negado con vehemencia que exista una crisis de hambre en Gaza, o que haya restringido la ayuda. Afirma que la lucha con Hamas, el grupo militante que desencadenó la guerra actual al dar muerte a mil 200 personas y capturar a otras 250 en Israel, el 7 de octubre, ha obstaculizado los esfuerzos de ayuda.

A principios de abril, por lo menos 32 personas, de las cuales 28 eran niños, habían muerto de desnutrición y deshidratación en Gaza, de acuerdo con Human Rights Watch. Las muertes de esos niños, y las muchas más que probablemente vendrán, podrían haberse evitado si el presidente Biden hubiera reaccionado con mayor fuerza ante las preocupaciones expresadas en público y en privado.

Desde el tiempo de los primeros signos de alarma, en diciembre, una intensa presión estadunidense sobre Israel para abrir más cruces por tierra e inundar a Gaza con ayuda pudieron haber impedido que la crisis se asentara, afirman los funcionarios. Pero Biden se negó a condicionar la ayuda militar a Israel.

En cambio, su gobierno buscó novedosas e ineficientes soluciones para el envío de ayuda, como las descargas aéreas y un muelle flotante. Ahora, unas 300 mil personas en el norte de Gaza experimentan una hambruna “avanzada”, de acuerdo con el Programa Mundial de Alimentos, y toda la población de la franja, de 2.3 millones, experimenta niveles catastróficos de hambre.

El nivel de disenso dentro de la agencia estadunidense responsable de administrar ayuda a civiles en el extranjero y a combatir el hambre global no tiene precedente. Por lo menos 10 memorandos de disenso interno se han enviado desde el principio de la guerra por colaboradores de Usaid, que critican el apoyo de su país a la guerra en Gaza.

En un memorando interno redactado este mes por numerosos empleados de Usaid, los firmantes fustigan a la agencia y al gobierno de Biden por “fallar en sostener los principios humanitarios internacionales y en adherirse a su mandato para salvar vidas”.

El borrador filtrado, visto por The Independent, llama al gobierno a aplicar presión para “poner fin al sitio israelí que está causando la hambruna”. No actuar sobre repetidas advertencias como ésta fue una elección política.

“Estados Unidos ha proporcionado el apoyo tanto militar como diplomático que permitió el surgimiento de la hambruna en Gaza”, declaró a The Independent Jeremy Konyndyk, ex funcionario de alto rango de Usaid que en los gobiernos de Barack Obama y Joe Biden trabajó sobre prevención de una hambruna en Yemen y Sudán del Sur.

La presente investigación es una crónica de las repetidas fallas del gobierno de Biden en actuar con fuerza para responder a meses de advertencias sobre una inminente hambruna. Estas fallas continúan hasta la fecha.

Los niños corren el mayor riesgo

La hambruna se apodera primero de los más jóvenes. Hoy día en Gaza, muchas madres son incapaces de producir leche para alimentar a sus bebés porque no tienen suficiente alimento para sí mismas. Personas desesperadas por conseguir algún sustento recurren a comer alimento para animales y pasto hervido. Muchas familias sobreviven con una comida al día.

Arvind Das, líder de equipo para la crisis de Gaza en el Comité Internacional de Rescate, quien ha pasado meses en la franja, describe que ha visto cada vez más niños desnutridos conforme han pasado los meses.

“Ahora es la norma ver niños y mujeres delgados como papel, literalmente sin carne”, expresó. “He visto niños sentados en los corredores, infantes y bebés sin comida, sin agua apropiada para beber, sin nada. Nunca había visto una desnutrición tan severa”, sostuvo Das, veterano trabajador humanitario que ha laborado en Siria, Sudán y Sudán del Sur.

Un médico británico de urgencias que trabaja en un hospital en Gaza, cerca de Khan Younis, y que pidió anonimato, señaló por teléfono que “en particular, los niños sufren enormemente. Tenemos niños de 10 o 12 años que pesan como los de 4 o 5. Hay desnutrición crónica en la mayoría de ellos, si no en todos, y es absolutamente descorazonador ver lo que les pasa”.

Esta hambruna mortal fue prevista en los primeros días de la guerra. La respuesta israelí al brutal ataque de Hamas el 7 de octubre comenzó con un paralizante bloqueo, anunciado por el ministro de defensa Yoav Gallant.

“Estamos imponiendo un sitio total. Nada de electricidad, comida, agua, combustible: todo está cerrado. Combatimos a bestias humanas y debemos actuar en consecuencia”, sostuvo el 9 de octubre. Esas palabras serían seguidas por acciones.

Israel lanzó el bombardeo más feroz de su historia y un sitio paralizante sobre Gaza en represalia por el sangriento ataque de Hamas. De entonces a la fecha, funcionarios palestinos afirman que la ofensiva israelí ha matado al menos a 35 mil personas, la mayoría mujeres y niños.

Israel restringió con fuerza la entrega de ayuda en la franja desde esos primeros días. Funcionarios de Naciones Unidas y de agencias de ayuda dijeron a The Independent que las inspecciones exhaustivas de camiones, la limitación sistemática de entregas y la prohibición arbitraria de entrada de artículos de “uso dual”, tales como camiones y provisiones que Israel sostiene que pueden ser usados por Hamas en la guerra, han exacerbado la crisis del hambre en Gaza.

Entrevistas con más de una docena de funcionarios de la ONU, trabajadores diplomáticos que coordinan la ayuda, revelaron que hay restricciones a la entrega de provisiones en la franja, lo que acumula la presión sobre el norte del territorio. Los fieros combates y la inseguridad general en todo el territorio contribuyen aún más a entorpecer las entregas de ayuda. En numerosas ocasiones, gente desesperada por comida ha asaltado los camiones al llegar a una zona afectada.

Antes de la guerra, unas dos terceras partes de la población de Gaza dependían de la ayuda alimentaria, y más de 500 camiones entraban diariamente al territorio con provisiones, incluso combustible. Entre el 7 de octubre y finales de febrero, el número en promedio de camiones que entraban cayó a apenas 90 por día, un descenso de 82 por ciento en momentos en que la guerra acrecentó grandemente la necesidad de ayuda.

Israel niega con vehemencia que exista una crisis de hambre en Gaza o que haya restringido la ayuda. La unidad del ministerio de defensa encargada de coordinar con los palestinos, conocida como coordinación de actividades gubernamentales en los territorios (Cogat), ha señalado repetidas veces que “no hay límite” a la cantidad de ayuda que entra en Gaza, la cual dice facilitar “activamente”. The Independent solicitó a Cogat comentar estos señalamientos específicos, pero no ha recibido respuesta.

Infraestructura vital, necesaria para la producción de alimentos, fue también destruida por los bombardeos. El 15 de noviembre, el último molino de trigo de Gaza fue bombardeado e inutilizado. Eso significa que no hay más harina ni pan que el que alguna organización del exterior pueda llevar.

El extenso bombardeo en toda Gaza también hizo imposible entregar víveres por aire. Por lo menos 254 trabajadores de ayuda han perecido durante el conflicto, entre ellos 188 de la ONU, que representan el mayor número de empleados que han muerto en un conflicto en la historia de la organización. Múltiples convoyes con ayuda han caído bajo fuego israelí. Unrwa, la agencia de la ONU para refugiados palestinos, afirmó que, pese a compartir coordenadas GPS, informar el número de camiones y hacer contactos con los militares, tres de sus convoyes con ayuda han sido impactados por la artillería naval y por armas de fuego israelíes.

Comienzan las advertencias

Las bajas por el bombardeo israelí de Gaza pronto llegaron a millares, seguidas poco después por la amenaza de inanición. En diciembre, las dos instituciones internacionales utilizadas por los gobiernos del mundo para determinar cuándo ocurre una hambruna –la Clasificación Integrada de Fases de Seguridad Alimentaria y la Red de Advertencias Tempranas de Hambruna­– habían llegado a la misma conclusión: la hambruna era inminente y amenazaba a más de un millón de personas.

Konyndyk, que encabezó durante tres años la Oficina de Asistencia en Desastres Extranjeros de Usaid, señaló que esas advertencias debieron haber obligado a la Casa Blanca a actuar con urgencia. Si las mismas condiciones aparecieran en la mayoría de los demás países, añadió, así habría ocurrido. Pero Estados Unidos se negó obstinadamente a hacer nada que perturbara el esfuerzo de guerra de Israel.

“Cuando las advertencias comenzaron a señalar ese riesgo, debió haber ocurrido una reacción de fuerza, tanto en el frente de la ayuda de alivio como en el diplomático”, dijo. “Nada en la respuesta del gobierno de Biden al pronóstico de hambruna en diciembre demostró ese enérgico impulso a la prevención de la catástrofe”.

Lo que siguió fue un patrón de defensa, evasión y abierta negativa de la Casa Blanca.

A preguntas de The Independent, voceros del gobierno de Biden han apuntado de rutina a las repetidas peticiones del presidente al gobierno israelí para abrir más cruces a la ayuda, y han señalado los incrementos temporales en el número de camiones con ayuda que entran en Gaza como prueba de lo que llaman la efectividad de esos llamados.

Lo que esos empleados no han dicho es que esos graduales ingresos de ayuda no van en proporción a la escala de la crisis. El hambre siguió extendiéndose, y todavía la Casa Blanca se negó a usar su influencia amenazando con condicionar la ayuda militar.

“Tras bambalinas, mi impresión es que el gobierno de Biden presionaba a Israel a reanudar las aperturas de cruces a la ayuda. Pero era una postura de gran deferencia a la forma en que Israel decidía librar esta guerra, continuando las entregas de armas y sin poner condiciones reales para hacerlo”, señaló Konyndyk.

Un vocero del Consejo Nacional de Seguridad de la Casa Blanca dijo: “Desde el principio de este conflicto, el presidente Biden ha encabezado esfuerzos para llevar ayuda humanitaria a Gaza y aliviar el sufrimiento de palestinos inocentes que nada tienen que ver con Hamas.

“Antes del compromiso presidencial, no entraban en Gaza comida, agua o medicinas. Estados Unidos es el mayor proveedor de ayuda a la respuesta de Gaza. Ésta es y seguirá siendo una máxima prioridad para atender las graves condiciones en el terreno, pues se necesita mucho más ayuda”, añadió el vocero.

Dentro de Usaid, servidores civiles de carrera, con amplia experiencia, estaban horrorizados por la falta de urgencia por parte de sus líderes designados políticamente.

Documentos internos de Usaid, vistos por The Independent, muestran que los colaboradores transmitían sus preocupaciones por la falta de acción en lo alto de la cadena, que llegaban hasta la administradora de Usaid, Samantha Power, y otros altos dirigentes, en forma de cartas y memorandos de disenso, a menudo sin resultado.

“Lo sorprendente para mí, y muy decepcionante, era que no escuchábamos nada sobre una inminente hambruna en Gaza”, comentó un empleado de Usaid que pidió anonimato porque sigue trabajando en la agencia.

Los memorandos de disenso –una especie de protesta interna permitida, por medio de un canal dedicado a presentar retroalimentación crítica sobre las políticas– son relativamente raros en Usaid, en comparación con el Departamento de Estado. Sin embargo, el colaborador de la agencia señaló que tiene conocimiento de por lo menos 19 memorandos enviados con objeciones por la falta de acción de la agencia –y del gobierno– con respecto a la inminente hambruna.

Konyndyk lo consideró “un número extraordinario”, e hizo notar que no recordaba haber encontrado un solo memorando de disenso en la agencia durante los cinco años que trabajó allí en los gobiernos de Obama y Biden.

Hacia mediados de enero, las agencias de ayuda en el terreno en Gaza emitían desesperadas peticiones de un cese del fuego para que se pudieran entregar provisiones alimentarias. La Oficina de Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA, por sus siglas en inglés) informó que 378 mil personas en Gaza enfrentaban niveles catastróficos de hambre, y que el total de 2.2 millones de habitantes manifestaban aguda inseguridad alimentaria.

“Es una población que está muriendo de hambre, que está siendo empujada al abismo”, expresó el 31 de enero el director de emergencias de la Organización Mundial de la Salud, Michael Ryan.

El mismo día que Ryan describió el sombrío panorama en Gaza, el consejero de comunicaciones de seguridad nacional de la Casa Blanca, John Kirby, defendió la decisión del gobierno de Biden de suspender la ayuda a la Unrwa. Kirby negó que cortar la asistencia a la agencia de la ONU que tiene la mayor presencia en Gaza tuviera un efecto adverso en la situación humanitaria en la franja, y en cambio aseguró que Washington “trabaja duro para llevar mayor asistencia humanitaria al pueblo de Gaza”.

Incluso a esas alturas, la Casa Blanca se enfocaba en dar a Israel todo lo que necesitaba para ganar su guerra contra Hamas.

Unrwa pierde la capacidad de funcionar

El hambre se extendió con rapidez el mes siguiente, mientras la guerra continuaba. El 27 de febrero, tres altos funcionarios de la ONU declararon en una reunión de seguridad que por lo menos 576 mil personas estaban “a un paso de la hambruna.

“Por desgracia, por sombrío que es el cuadro que hoy vemos, existe toda posibilidad de un mayor deterioro”, declaró en la reunión Ramesh Rajasingham, director de la OCHA de Naciones Unidas.

En una de las masacres más sangrientas del conflicto, docenas de palestinos que intentaban con desesperación acceder a provisiones fueron abatidos cuando tropas israelíes dispararon a una multitud que recogía harina de camiones de ayuda el 29 de febrero, cerca de la ciudad de Gaza. En un principio el gobierno israelí culpó del caos a una estampida, pero luego aseguró que sus fuerzas “no dispararon al convoy humanitario, sino a varios sospechosos que se acercaron a las fuerzas cercanas y que representaban una amenaza contra ellas.

“En el curso del saqueo, ocurrieron incidentes de daño significativo a civiles por la estampida y por personas atropelladas por los camiones”, añadió el reporte del ejército israelí. Más de 100 palestinos murieron tratando de llegar a la ayuda ese día.

Antes de la guerra, la Unrwa, la mayor agencia de la ONU en Gaza, proveía y distribuía los suministros necesarios para la supervivencia de la gente en el territorio bloqueado, tales como comida, medicinas y combustible. Estados Unidos era el mayor donador a la agencia, a la que aportaba casi la mitad de su presupuesto operativo anual.

Sin embargo, Washington suspendió ese financiamiento después de acusaciones israelíes de que unos 12 empleados de la agencia estuvieron involucrados en el ataque del 7 de octubre y que alrededor de 10 por ciento de su personal tiene nexos con militantes. (Una revisión independiente, encabezada por la ex ministra francesa del exterior Catherine Colonna, encontró después que Israel no había aportado evidencia de esas acusaciones.)

Hacia finales de febrero, la Unrwa señaló que Israel le había prohibido de hecho entrar en el norte de Gaza.

Por lo menos 188 miembros del personal de la agencia habían muerto desde el principio de la guerra, más de 150 de sus instalaciones habían sido alcanzadas por proyectiles –entre ellas muchas escuelas– y más de 400 personas habían perecido “al buscar refugio bajo la bandera de la ONU”, informó la organización. Las muertes tuvieron un severo impacto en la capacidad de los grupos de ayuda de entregar las provisiones que se requerían con desesperación, y las condiciones de seguridad para el personal de ayuda continuaron empeorando.

Después de un ataque en un centro de distribución de alimentos en Rafah, en marzo, el director de la Unrwa, Philippe Lazzarini, acusó a Israel de mostrar un “descarado desprecio” por el derecho humanitario internacional.

“El ataque de hoy, en uno de los pocos centros de distribución de Unrwa que quedan en la franja de Gaza, ocurre en momentos en que se agotan las provisiones de alimentos, el hambre se extiende y, en algunas zonas, se convierte en hambruna”, expresó, y añadió que las coordenadas de la instalación se compartieron con el ejército israelí.

Lazzarini se manifestó con frecuencia contra el bloqueo israelí de los convoyes de ayuda humanitaria. “Lo he dicho muchas veces: ésta es una hambruna creada artificialmente y una inminente crisis que todavía puede evitarse”, comentó en marzo.

The Independent pidió a la Cogat una respuesta a estas afirmaciones, pero aún no recibe contestación. En declaraciones anteriores, Cogat ha condenado “con vehemencia” lo que llama “falsas acusaciones, que se han diseminado irresponsablemente”, de que Israel restringe la entrada o tránsito de ayuda en Gaza. También acusó a Hamas de obstruir y robar ayuda. Asimismo, rechazó acusaciones de que ha habido un descenso en el número de camiones con víveres que ingresan en el enclave.

“Israel ayuda, anima y facilita la entrada de ayuda humanitaria para los residentes de la franja de Gaza y para instalaciones médicas y otras esenciales en la franja”, aseguró Cogat, y añadió que Israel “está en guerra con Hamas, no con los residentes de Gaza”.

Una solución simple

Para trabajadores humanitarios en el terreno, la solución al problema era sencilla: un cese del fuego era la única forma de aumentar la cantidad de ayuda necesaria para prevenir una hambruna. Aparte de eso, como mínimo, se necesitaría que Israel abriera más cruces por tierra hacia Gaza y permitiera la entrada de más camiones con ayuda.

Sin embargo, sucesivos intentos de negociar un cese del fuego en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas fueron bloqueados por Estados Unidos en nombre de su aliado Israel. Al justificar el tercer veto, el 20 de febrero, la embajadora estadunidense ante la ONU, Linda Thomas-Greenfield, afirmó que un cese inmediato del fuego pondría en riesgo las pláticas multilaterales para poner en pausa la guerra y liberar a los rehenes retenidos por Hamas.

En ausencia de un cese del fuego de largo alcance, los grupos humanitarios llamaron al gobierno de Biden a emplear su influencia para presionar a Israel a permitir de inmediato la entrada de ayuda en Gaza que sería necesaria para detener la hambruna.

Sólo Estados Unidos, como principal respaldo de la guerra de Israel y benefactor de su aparato de defensa, al ritmo de 4 mil millones de dólares al año, tenía la influencia para persuadir a Israel de hacer lo que se pedía. Pero Biden se había negado obstinadamente incluso a considerar el condicionamiento de ayuda, recordando su vieja creencia en la importancia de sostener al único Estado judío del planeta.

Jan Egeland, secretario general del Consejo Noruego para Refugiados, organización humanitaria que tiene docenas de trabajadores en Gaza, informó que había escrito al secretario de Estado Antony Blinken en octubre, para instarlo a crear una misión internacional de observación en las fronteras de Gaza para facilitar la entrega de ayuda, en vez de dejarlo en manos de Israel mientras libraba una guerra. Sus llamados cayeron en oídos sordos.

“La impotencia diplomática ha sido asombrosa”, declaró Egeland a The Independent. “Tenemos presidentes y primeros ministros que viajan a Israel suplicando, instando, rogando, y la respuesta es no. Y entonces, simplemente continúan aportando armas y apoyo. ¿Cuáles son las grandes potencias aquí?”

Egeland comentó que Washington debió saber lo que ocurriría en Gaza cuando los líderes israelíes amenazaron con la destrucción en masa en los primeros días después del ataque de Hamas. “Lo sabían, y ni aun así condicionaron su apoyo. Hubo un enorme, enorme error. Y, desde luego, ahora la repercusión ha sido espectacular”, comentó.

Josh Paul señaló que ha habido “un doble rasero cuando se trata de Israel” en el gobierno de Biden, que va desde las armas hasta el sostenimiento del derecho humanitario internacional.

El gobierno tiene una variedad de instrumentos a su disposición para presionar a Israel para que cese sus restricciones a la ayuda, agregó. “Pudo haberlo hecho mediante la aplicación de la sección 620I de la Ley de Asistencia Extranjera, que prohíbe dar asistencia a naciones que restrinjan la asistencia humanitaria financiada por Estados Unidos; podría haberlo hecho mediante la retención de los envíos de armas; podría haberlo hecho apoyando las resoluciones de la ONU que llamaban a Israel a dejar de restringir la ayuda humanitaria”, expuso.

Konyndyk, quien es actualmente presidente de la organización Refugiados Internacional, hizo un llamado público a Biden, en un artículo de opinión en la revista Foreign Affairs de febrero, para “actuar ahora y hacer de la prevención de la hambruna una máxima prioridad, y estar preparado para ejercer influencia significativa –incluso pausar las ventas de armas– si el gobierno israelí no cumple”.

En charla con The Independent, un mes después de la publicación, expresó que la hambruna sería probablemente inevitable sin una acción inmediata de Biden.

También dentro de Usaid el personal estaba indignado con las repetidas afirmaciones del gobierno de Biden de que hacía todo lo posible por presionar a Israel a permitir más ayuda. La cantidad de suministros que llegaban a Gaza cayó a la mitad en febrero, en comparación con el mes pasado.

El 3 de marzo, la vicepresidenta Kamala Harris hizo la que en ese momento fue la declaración más audaz sobre la importancia de la ayuda humanitaria a Gaza. En un mensaje con respecto al aniversario de las protestas por derechos civiles en Selma, Alabama, Harris señaló que el gobierno israelí tenía que “hacer más para incrementar significativamente el flujo de ayuda” y advirtió que no había excusas para no hacerlo.

Días después, Kirby, vocero de la Casa Blanca, dijo a The Independent en una diaria rueda de prensa que “no era aceptable” y “no era correcto para ningún propósito” que Israel restringiera las entregas de ayuda en Gaza. Pero también rechazó categóricamente la idea de que Biden debiera usar la advertencia de restringir las entregas de armas para obligar a Israel a permitir el paso de ayuda.

Los empleados de la Usaid describieron como “muy poco ingeniosa” la insistencia del gobierno en que hacía todo lo posible por evitar la propagación del hambre.

“No creemos que el presidente de Estados Unidos –el más importante aliado y benefactor de Israel– tenga tan poca influencia que no pueda obligarlos a dar pasos significativos para en verdad permitir la cantidad de ayuda que es necesaria para salvar vidas”, comentaron.

“Se siente como si no hubiera un verdadero esfuerzo por obligar a actuar a Israel, en términos de asegurar mayor acceso a la asistencia humanitaria”, expresaron.

Luego de fracasar en convencer a su aliado de permitir la entrada de más ayuda a través de los cruces por tierra, Washington dio el paso inusual de dejar caer paquetes de ayuda desde el aire en Gaza.

Konyndyk, quien supervisó operaciones humanitarias similares en Nepal, Filipinas e Irak, describió el plan como “un importante fracaso político” del gobierno de Biden. Los envíos desde el aire “son la forma más cara y menos efectiva de llevar ayuda a una población. Casi nunca lo hicimos porque es una herramienta in extremis”, explicó. “Cuando el gobierno de Estados Unidos tiene que recurrir a tácticas que en otros tiempos usó para sacar la vuelta a los soviéticos en Berlín o al Isis en Siria o Irak, eso debe suscitar preguntas duras en verdad sobre el estado de las políticas estadunidenses”, manifestó.

Biden reacciona al fin

El 2 de abril, el peligro para quienes tratan de llevar ayuda a los desesperados pobladores de Gaza fue puesto de manifiesto una vez más. Un grupo de trabajadores internacionales de ayuda, de la agrupación World Central Kitchen (WCK), fueron abatidos por tres ataques sucesivos israelíes con drones en Gaza.

La organización humanitaria no lucrativa, fundada por el chef de celebridades

José Andrés, señaló que sus empleados viajaban en autos que llevaban su logotipo cuando fueron atacados, pese a que coordinaron sus movimientos con el ejército israelí.

En un artículo de opinión titulado “Dejen comer a la gente”, publicado por el

New York Times en los días posteriores a los asesinatos, Andrés sostuvo que el ataque fue “resultado directo de una política que estrujó a la ayuda humanitaria hasta niveles de desesperación” y acusó a Israel de “bloquear el acceso de civiles a comida y medicinas”.

Esta vez la reacción de la Casa Blanca fue diferente. Andrés es amigo de Biden y una figura popular en Washington. Por primera vez en el conflicto, el presidente planteó la posibilidad de que Estados Unidos retuviera su apoyo si Israel no tomaba ciertas medidas inmediatas.

En una llamada al primer ministro israelí Benjamin Netanyahu, dos días después de la muerte de los trabajadores de WCK, Biden “dejó en claro la necesidad de que Israel anuncie e implemente una serie de pasos específicos, concretos y medibles para atender el daño a civiles, el sufrimiento humanitario y la seguridad de los trabajadores de ayuda”, de acuerdo con un recuento de la llamada hecho por la Casa Blanca.

El gobierno israelí respondió de inmediato aprobando la apertura de tres corredores de ayuda humanitaria, entre ellos el cruce de Erez, en el norte de Gaza, que había estado cerrado desde el inicio del conflicto.

Aun así, los llamados de las organizaciones de ayuda eran cada vez más alarmantes. Un informe de Human Rights Watch, publicado el 9 de abril, acusaba a Israel de “la comisión continuada de los crímenes de guerra de castigo colectivo, obstrucción deliberada de ayuda humanitaria y usar el hambre de civiles como arma de guerra”.

Al mismo tiempo, funcionarios de la Usaid cobraban más vigor al sonar sus alarmas internas. Un cable redactado por funcionarios de la agencia y filtrado a HuffPost a principios de abril señalaba que “el umbral para sustentar una declaración de hambruna se ha cruzado ya” y que el nivel de hambre y desnutrición en Gaza “no tiene precedente en la historia moderna”.

Un memorando separado, dirigido por funcionarios de Usaid a Blinken y filtrado a Devex, señaló que Israel podría estar violando una directiva de la Casa Blanca que requería que los receptores de ayuda militar estadunidense deberían permitir la entrega irrestricta de apoyo humanitario financiado por Estados Unidos.

Sin embargo, otro memorado filtrado a Devex por expertos en seguridad alimentaria tenía por título “Hambruna inevitable; los cambios pueden reducir, pero no detener extensas muertes civiles”. Señalaba que “los obstáculos administrativos impuestos por Israel evitan la entrega” de asistencia humanitaria salvadora de vidas.

La presión de Biden sobre Netanyahu pareció tener un efecto inmediato. Más camiones con comida y provisiones pudieron entrar en Gaza a finales de abril, e Israel abrió finalmente el cruce de Erez el 1º de mayo, lo que condujo al ingreso de más de 200 camiones por día durante varias semanas.

Para algunos, fue un indicio de progreso. Pero, para otros, mostró que Biden tenía el poder de tener un impacto directo sobre las acciones de Israel siempre que eligiera ejercer su influencia. Sin embargo, como ha ocurrido varias veces a lo largo del conflicto, la presión y el progreso tuvieron corta vida.

La hambruna no era inevitable

Naciones Unidas ha dicho repetidas veces que, en el momento en que se hace una declaración oficial de hambruna, ya es demasiado tarde para evitar miles de muertes. La declaración requiere una compilación dolorosamente precisa de datos que no es posible obtener mientras el norte de Gaza esté aislado por los combates.

Es probable que, con eso en mente, Cindy McCain, directora en Estados Unidos del Programa Mundial de Alimentos de la ONU, fuera la más prominente funcionaria internacional hasta la fecha en declarar una hambruna en el norte de Gaza, la semana pasada. “Es un horror”, expresó McCain, viuda del ex senador John McCain, amigo cercano de Biden, en el programa Meet the Press de la NBC, en una entrevista difundida el 5 de mayo. “Hay hambruna –hambruna avanzada– en el norte, y se extiende hacia el sur”.

Para los grupos humanitarios que trabajan en el terreno, ésta no era una conclusión inevitable. “Se trata de una hambruna artificial, totalmente evitable, causada por falta de ayuda humanitaria y por restricciones a la ayuda humanitaria durante siete meses”, sostuvo Louise Wateridge, funcionaria de comunicación de la Unrwa, en entrevista telefónica desde Gaza, la semana pasada.

Según cifras de la ONU, más de la mitad de la población de Gaza –cerca de 1.1 millones de personas– enfrentan inseguridad alimentaria catastrófica. Esto representa la proporción más alta de una población que se haya registrado en el mundo. Uno de cada tres niños menores de dos años sufre desnutrición aguda.

Y está a punto de empeorar

Durante varios meses, Israel ha anunciado su intención de invadir la ciudad sureña de Rafah, último campo de refugiados en Gaza, que alberga más de un millón de personas desplazadas de otras partes del devastado territorio. Entre ese número hay cerca de 600 mil niños hacinados en tiendas de campaña, edificios atestados y patios de hospitales donde no hay más que lonas para cubrirse. La ciudad es el centro principal de las agencias que operan en Gaza y, según Israel, el último bastión de Hamas. La Casa Blanca ha expresado su oposición a una operación en gran escala en Rafah, dado el desastre humanitario que inevitablemente causaría.

Pero, pocos días antes de la entrevista con McCain, Israel emitió una orden de evacuación para 100 mil personas en la ciudad. El 7 de mayo, fuerzas israelíes capturaron el cruce fronterizo de Rafah, lo que detuvo la transferencia de ayuda a través de lo que era un conducto principal. También es el único cruce por el que se puede evacuar a personas heridas o enfermas.

Tel Aviv cerró también otro cruce esencial, Kerem Shalom, luego de un ataque ocurrido dos días antes en la zona, en el que murieron cuatro soldados. Aunque Israel afirma que ese cruce se ha reabierto, funcionarios de la ONU comentan que es demasiado peligroso para el ingreso apropiado de trabajadores humanitarios.

Jens Laerke, vocero de la OCHA, señaló que Rafah y Kerem Shalom eran “arterias principales de la operación humanitaria” para toda la franja y que su cierre ha sido “catastrófico”.

La acción provocó una respuesta dramática de Biden. Por primera vez, amenazó con pausar la entrega de ciertas armas ofensivas a Israel si sus fuerzas de defensa entraban en la ciudad. Más que detener su ofensiva, Israel amplió las órdenes de evacuación en el sur y norte de Gaza, que afectaron a unas 300 mil personas, y comenzó su ataque a Rafah.

Entre tanto, el presidente no ha puesto las mismas condiciones a la entrada de la tan necesaria ayuda.

Esa discrepancia es lo que ha causado tanta consternación dentro del gobierno estadunidense, en especial en aquellos cuyo trabajo es evitar que la gente muera de hambre.

“Creo que Estados Unidos es cómplice de crear las condiciones para la hambruna”, declaró a The Independent el actual empleado anónimo de Usaid. “No sólo nuestra respuesta ha sido dolorosamente inadecuada, sino que hemos sido activamente responsables de ella en gran parte”.

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