Las lluvias provocadas por la tormenta tropical “Alberto”, trajeron un rayo de esperanza a comunidades del semidesierto queretano como “El Pilón” y “Extoraz”, pertenecientes al municipio de Peñamiller. Las nubes negras y ese olor a humedad presagiaban las buenas nuevas: “¡Ahí viene el agua!”, decían los pobladores, como si de una gran fiesta se tratase.
“Teníamos 11 meses que ni una gota de agua había caído, los últimos árboles de aguacate se secaron y quienes tenían animales se vieron en la necesidad de venderlos. Aquí lo que queremos es agua para nosotros, (…) no alcanza para ellos”, aseguró don Antonio.
Durante un recorrido de Diario de Querétaro por la región, se pudo apreciar cómo el otrora representativo río Extoraz ha desaparecido y su cause sólo es arena y piedras, las cuales durante la lluvia que provocó “Alberto” apenas alcanzó a humedecerse.
Mientras conversábamos en las canchas de la comunidad del Pilón, la lluvia tomó gran fuerza y fue un espectáculo ver a los niños correr entre la lluvia, los adultos ir a sus casas para “atajar” el vital líquido con lo que se pudiera. “Ahorita sacamos hasta los vasos y tazas”, gritó un tanto en “waza”, pero a la vez en serio, uno de los vecinos mientras se quitaba la camisa para recibir ese líquido del que dice: “Hoy vale más que la gasolina”.
“Nosotros hubiéramos querido que fueran más las aguas (…) lo que llovió no es suficiente para mitigar el problema de sequía que estamos teniendo, y que empieza a ser muy grave, pero si hubiera llovido un poco más nos hubiera dejado humedad suficiente para los próximos meses”.
Habitantes de la Comunidad Emiliano Villa Zapata compartieron que las lluvias en este momento es un paliativo para la escasez de agua y alimento que se sufre en el día a día, que los afecta.
Señalaron que pese a que la precipitación no fue copiosa sí beneficia en algunos aspectos, y esperan que las lluvias continúen para lograr abastecer las presas.
Para los moradores, la esperanza está puesta en la temporada lluviosa y todos tienen fe que la siembra esta vez sí se dé, los agricultores siguen apostando por sus amadas cosechas, no importa si otra vez deben invertir… “la esperanza muere al último”, dicen.
Los niños continuarán jugando, brincan charcos, alzan sus manitas para sentir el agua y en su corazón sigue añorando que la lluvia no los vuelva a abandonar.