Crecimos con dos grandes ideas: todo México es Pemex y sin maíz no hay país; sin embargo, hoy estos dos grandes axiomas no están cerca de nuestra realidad.
Primero, actualmente producimos 21.8 millones de toneladas de maíz e importamos 24.7 millones, es decir, abastecemos el 45% de la demanda nacional de grano y el resto lo importamos de los Estados Unidos, tenemos una clara dependencia de granos.
En el petróleo las cosas no pintan diferente, hoy tenemos una empresa que a sus proveedores les debe más de 20 mil millones de dólares y esto destruye no solo a los proveedores, sino a la industria petrolera en general.
Estamos muy lejos de aquel 18 de marzo cuando México expropió Pemex y se convirtió en una gran empresa que nos permitió construir hospitales, escuelas, carreteras; hoy no es ni la sombra, estamos muy lejos de lo que fuimos, es una tristeza lo que le pasa a Pemex y que lastima a todos los mexicanos y sobre todo que importamos el 53% de la gasolina que consumimos.
Pero ¿qué hacer en un mundo inestable donde tener granos es importante y donde tener petróleo es fundamental? es necesaria una auténtica evaluación de lo sucedido.
Tener abasto de maíz y de gasolina se han vuelto una prioridad que no admite más discursos y tiempo de espera.
El desabasto de ambos nos puede llevar a situaciones no imaginadas, por lo que urge replantear qué hacer, cómo hacerlo y de manera rápida.
Un Pemex endeudado y tortillas de maíz importadas, es el peor de los escenarios, la soberanía pasa por estos dos temas, no atenderlos y resolverlos es apostar al fracaso y es un México que no me imagino.