Naufragaron y los rescataron: ‘Queríamos vivir’, cuentan pescadores de Chiquilá

Los cuatro pescadores que salieron del puerto de Chiquilá, Lázaro Cárdenas, desde el viernes 2 de febrero, se perdieron porque la embarcación “Andrea 1”, en la que viajaban para pescar langosta, boquinete y pulpo, falló en altamar.

Fueron encontrados por pescadores y trabajadores de las cuatro cooperativas pesqueras de Chiquilá, que reunieron dinero entre familiares y vecinos para comprar gasolina y prepararon un plan de búsqueda con las lanchas que usan para trabajar.

Después de cinco días, lograron encontrar con vida a los pescadores Carlos Rafael Dzib, Donato Rafael Dzib, Saúl Jiménez García y Juan José Guime Méndez, el miércoles 7 de febrero, después de las 10 de la noche, a 45 millas de lsla Contoy.

Para Carlos Rafael Dzib, uno de los cuatros pescadores que fue rescatado, es realmente un milagro que todos estén con vida, pues se enfrentaron a la furia del mar con vientos fuertes y olas de cinco metros en la etapa más crítica del naufragio, por el paso del frente frío número 32.

El pescador relató que el viernes 2 de febrero trabajaron un par de horas y tomaron la decisión de pernoctar adentro de la embarcación, en la mañana del sábado 3 de febrero comenzaron el día pescando y al recolectar una cantidad importante de mariscos se dispusieron a regresar a Chiquilá para venderlo, pues tenían conocimiento de que en unos días entraría un frente frío.

Sin embargo, al querer arrancar la lancha, tuvo un fallo en el sistema eléctrico del motor y no prendió. Pasaron horas intentando arreglarlo con los pocos materiales con los que contaban, hasta que entró la noche.

A partir del sábado en la noche, los cuatro pescadores entraron en “modo supervivencia”, pues no sabían cómo prender la lancha y la falta de señal en sus celulares no permitió que pudieran avisar para pedir ayuda.

“Entonces nos quedamos sin motor, nos quedamos a la deriva y nada más tiramos el granpín (ancla). Allá nos fondeamos esperando a que pasara algún compañero que nos arrastrara y nos trajera, pero no hubo nadie que nos encontrara”, dijo Carlos Rafael.

En las primeras horas del domingo 4 de febrero comenzaron a notar el cambio del viento que incrementó hasta formar olas de cinco metros.

Carlos Rafael recordó las imágenes y admitió que le costaba trabajo platicarlo, pues fue una situación de “vivir o morir”. Los cuatro pasaron dos días sin parar sacando el agua que se metía a la lancha por las grandes olas que la inundaban.

Fue la parte más difícil, pues si paraban de sacar el agua, la embarcación se inundaría y había menos probabilidades de salir con vida, por lo que dedicaron todas sus fuerzas físicas en sacar el agua, sin comer o hidratarse, además de que tenían frío y no podían parar hasta ponerse a salvo.

Pescador rescatado cubierto de abrigos para estabilizarlo

 “Somos cuatro los que vivimos esto. El mar se comía él solo, pegaba la marea por donde sea. De hecho, nosotros nos fuimos a fondo dos veces. De las marejadas le entró agua a la lancha, pero le sacábamos el agua. Cuando inició ese mal tiempo nosotros no paramos, no descansamos, ni de día ni de noche. Estuvimos como dos días batallando con ese viento y esa agua. Nosotros sin dormir, sin comer, sin beber, sin nada”, dijo.

Para evitar que se dispersaran en caso de caer fuera de la lancha por el fuerte oleaje, los cuatro se amarraron a unas boyas, con una soga de seis metros que tenían en la embarcación.

A merced del viento

El lunes 5 de febrero, a las cuatro de la mañana, los fuertes oleajes rompieron el ancla que los mantenía en un solo sitio y, para intentar mantenerse, colocaban piezas de plomo y varios elementos pesados, sin embargo, el aire les ganó y comenzaron a navegar a merced del viento y el mar.

Carlos Rafael contó que a partir de ese momento se desubicó, pues el mar los llevó muy lejos a puntos que los cuatro pescadores no conocían, pero veían el paso de cruceros, por lo que creían que se encontraban cerca de Cozumel, aunque no estaban seguros.

Los pescadores comenzaron a preocuparse, pues ninguna de las embarcaciones a lo lejos los detectó para rescatarlos, ya que las condiciones del mar eran severas.

“Vimos que entraron tres cruceros seguiditos, les estábamos haciendo señas, pero como estaba el mar no nos veían. Nos pasaron como a media milla”, dijo Carlos.

El miércoles 7 de febrero, después de varios días de luchar con las olas y el viento, observaron que comenzó a calmarse el clima. En ese momento vieron la oportunidad de buscar alimento para sobrevivir, pues el peligro de inundarse había terminado.

Momento de alimentarse

Entre todos sacaron las pocas piezas de langosta y pescado que habían atrapado para la venta y, con tres limones que aún quedaban, se prepararon un ceviche, y con el tubo o escape de la embarcación cocieron unas colas de langosta con la ayuda del sol, que se repartieron entre los cuatro. También tenían 15 litros de agua que cuidaron durante la marejada. Era su fuente de esperanza para salir con vida.

“Los tanques los amarramos, los teníamos asegurados por cualquier cosa, si nos íbamos a fondo. El agua es lo principal, la comida no tanto, pero tenemos que rescatarlo como sea, les decía a ellos”, dijo el pescador.

En ese momento, el grupo de pescadores comenzó a hacer acuerdos de dividir la comida y el agua, pues no tenían claridad de cuántos días pasarían perdidos. También aprovecharon para crear utensilios que los ayudaran a sobrevivir, entre ellos, una especie de antorchas rústicas, que hicieron con pedazos de cobijas y madera y botellas de refresco, para prenderlas en caso de ver alguna embarcación de noche.

Fue con esas antorchas que se salvaron, pues en la noche del miércoles 7 de febrero vieron a lo lejos una embarcación. De inmediato prendieron una, hasta que los tripulantes de la otra lancha lograron verlos. Para su buena suerte, era el hermano menor de Carlos Rafael, que también se dedica a la pesca, que venía con más personas. 

“Sentimos alegría, nos pusimos a llorar todos, hasta los compañeros que nos rescataron. Ellos pensaban encontrar algo a la deriva”, dijo Carlos Rafael, al contar el momento exacto en el que sabían que el naufragio había terminado.

Pescador recibido en casa por las mujeres de su familia.

En 20 años de pescador, Carlos Rafael Dzib ha vivido varias tormentas, pero es la primera vez que quedó a la deriva con una embarcación, y se encuentra muy agradecido con toda la comunidad de Chiquilá, pues se enteró de que los vecinos y los pescadores de las cooperativas se organizaron para ir a rescatarlos. También está orgulloso de sus compañeros y de sí mismo, por la fortaleza mental que dedicaron para salir con vida de esta experiencia en el mar.

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