MIAMI, 27 de diciembre . — Pedro Naranjo idolatraba a su padre cuando era niño y lo siguió hasta la fuerza aérea venezolana para volar helicópteros. Su vínculo era tan profundo que cuando el mayor de los Naranjo temió que lo encarcelaran por conspirar contra el gobierno socialista de Nicolás Maduro, padre e hijo huyeron juntos a Estados Unidos.
Ahora, los dos han sido separados por un sistema de inmigración estadounidense sobrecargado que ha dejado al general retirado Pedro Naranjo en un limbo legal en Estados Unidos. Su leal hijo, un teniente de la fuerza aérea de Venezuela, se encuentra en una prisión militar venezolana tras ser deportado por el gobierno del presidente Joe Biden como parte de un intento por disuadir a los solicitantes de asilo del turbulento país sudamericano.
“Nunca tuvimos un plan B”, dijo Naranjo padre en una entrevista telefónica desde Houston. Fue liberado después de 10 días bajo custodia estadounidense y ahora espera el resultado de su propia solicitud de asilo. “Nunca pensamos que Estados Unidos, como aliado de la democracia en el mundo y de la oposición venezolana, como un país protector de derechos humanos y libertades, podría hacer lo que hizo con mi hijo”.
La diáspora venezolana es uno de los desafíos migratorios más desconcertantes que aguardan al secretario de Estado, Antony Blinken, y al secretario de Seguridad Nacional, Alejandro Mayorkas, cuando arriben a Ciudad de México el miércoles para hablar de las llegadas sin precedentes a la frontera de Estados Unidos con el presidente Andrés Manuel López Obrador.
El año pasado, México puso fin al no requerir visa a los venezolanos que viajan por su territorio y que había sido un pase para quienes buscaban asilo en Estados Unidos. Una vez que llegaban a una ciudad fronteriza mexicana, los venezolanos podían cruzar la frontera a pie a plena luz del día y entregarse a los agentes estadounidenses, evitando así los peligros de atravesar México y otros países por tierra.
La restricción de vuelos a México alentó a caminar por la peligrosa región del Darién. Más de medio millón de migrantes, predominantemente venezolanos, han atravesado la densa selva tropical en la frontera de Colombia y Panamá este año.
La reanudación por primera vez en años de los vuelos de deportación de Estados Unidos a Venezuela —10 desde octubre, según Witness at the Border, un grupo de defensa que rastrea datos de vuelos— no ha logrado detener el incremento. Los venezolanos fueron arrestados más de 85.000 veces al cruzar la frontera ilegalmente en octubre y noviembre, la segunda nacionalidad más alta después de los mexicanos.
Poco se sabe sobre qué ocurre con los deportados una vez que son regresados a su país. No obstante, críticos y miembros de la unida comunidad de exiliados venezolanos del sur de Florida han criticado al gobierno de Biden de pasar por alto los graves peligros que enfrentan deportados como Naranjo.
La semana pasada, un grupo autodenominado Independent Venezuelan American Citizens (Ciudadanos Independientes Estadounidenses Venezolanos) se unió al congresista republicano de Miami, Carlos Jimenez, para denunciar la deportación y posterior arresto de Naranjo hijo a manos de Maduro. Dijo que envió una solicitud a la Casa Blanca el 12 de diciembre que buscaba bloquear la deportación, pero no recibió respuesta. El 14 de diciembre, tras no lograr revertir una orden de deportación emitida por un oficial de asilo, Naranjo hijo fue deportado, según su padre.
Ernesto Ackerman, miembro del grupo, declaró que la deportación era el equivalente de enviar a un agente de drogas estadounidense a manos de un cartel de droga.
“Es como tomar a un agente de la DEA y enviarlo al Chapo Guzmán”, dijo Ackerman, refiriéndose al narcotraficante mexicano Joaquín “El Chapo” Guzmán. “No veo ninguna diferencia”.
La deportación de Naranjo se produce en el contexto de los intentos de Estados Unidos de mejorar las relaciones con Caracas después de que la campaña de “máxima presión” del gobierno de Donald Trump no logró derrocar a Maduro. En noviembre, la Casa Blanca alivió las sanciones petroleras a la nación de la OPEP para apoyar las incipientes negociaciones entre Maduro y sus oponentes sobre garantías para las elecciones presidenciales del próximo año. Y la semana pasada, Biden anunció un indulto presidencial para liberar de prisión a un aliado clave de Maduro detenido durante más de tres años acusado de lavado de dinero en Estados Unidos.
Ni la Casa Blanca ni el Servicio de Inmigración y Control de Aduanas de Estados Unidos comentaron sobre la situación de los Naranjo.
La saga padre-hijo comenzó en 2018, cuando el general Naranjo fue arrestado junto con un puñado de otros oficiales por supuestamente conspirar para asesinar a Maduro, sembrar el caos y perturbar las elecciones presidenciales de Venezuela de ese año. Naranjo niega su participación en un levantamiento en los cuarteles denominado “Operación Armagedón” por Maduro, pero aun así fue sometido a un tribunal militar, junto con otros presuntos conspiradores, por cargos que incluían rebelión y traición.
En 2021, en plena pandemia de coronavirus, Naranjo fue hospitalizado tras sufrir un derrame cerebral en prisión. Bajo la presión internacional de los opositores de Maduro, incluido el jefe de la Organización de Estados Americanos, se le permitió completar su sentencia en casa.
Cuando el gobierno decidió extender la sentencia de sus coacusados, temió que se revocara la orden de arresto domiciliario y que lo encarcelaran nuevamente. Decidió huir a finales de 2022, y su hijo, quien según afirma, nunca conspiró contra el gobierno de Maduro, se unió a él para asegurarse de que llegara sano y salvo.
“Su único crimen fue ser un buen hijo”, dijo María Elena Machado, quien ha visto a su hijo dos veces en prisión desde su regreso.
Los dos cruzaron primero la frontera hacia Colombia, hogar de más de 4 millones de venezolanos que han abandonado sus hogares desde 2016. Pero con un aliado izquierdista de Maduro en el poder y rebeldes marxistas que aún acechan en el campo, ambos se sintieron inseguros, por lo que decidieron emprender el peligroso recorrido a pie a través de la selva del Darién hasta Estados Unidos. El 4 de octubre, cruzaron el río Bravo (Grande) cerca de Brownsville, Texas, y se entregaron a la Patrulla Fronteriza de Estados Unidos.
Cruzar ilegalmente desde México expuso a los Naranjo a estándares más estrictos para pasar las evaluaciones iniciales de asilo.
Una norma introducida en mayo aplica el estándar más alto a cualquiera que cruce la frontera ilegalmente después de pasar por otro país, como México, sin buscar protección allí. Los migrantes también deben utilizar una de las nuevas vías legales de asilo del gobierno de Biden, como una nueva aplicación móvil para citas en los cruces oficiales.
Los cruces ilegales de diferentes nacionalidades, incluidos los venezolanos, disminuyeron después de que se introdujo la norma, pero la reducción duró poco.
No está claro por qué se rechazó la solicitud de asilo de Naranjo hijo. Su padre dijo que apeló la determinación inicial del oficial de asilo de que no enfrentaría represalias si era devuelto a Venezuela ante un juez federal de inmigración en Pearsall, Texas, pero perdió.
Naranjo hijo no tuvo abogado a lo largo del proceso, según su padre. Los solicitantes de asilo tienen derecho a llamar a sus abogados antes de las entrevistas de selección, pero muchos defensores se quejan de que los detenidos reciben poca notificación, a menudo en horas no laborales, y no pueden encontrar ayuda.
Los venezolanos que pasan la selección obtienen resultados relativamente buenos ante los jueces de inmigración. Su tasa de concesión de asilo fue del 72% en el año fiscal del gobierno que finalizó el 30 de septiembre, en comparación con el 52% para todas las nacionalidades, según la Oficina de Información de Acceso a Registros Transaccionales de la Universidad de Syracuse.
A su llegada a Venezuela, Naranjo hijo fue detenido nuevamente bajo cargos de deserción. Ahora se encuentra recluido en la prisión militar en las afueras de Caracas junto con varios opositores del gobierno.
Mientras tanto, expertos en migración advierten que otros venezolanos merecedores de asilo podrían correr la misma suerte.
“Esto no es una sorpresa”, dijo en Boston Julio Henríquez, abogado de inmigración nacido en Venezuela. “Estaba destinado a ocurrir en algún momento”.
Con información de AP