Bere y Miguel Ángel se conocieron en la FES Aragón, en Nezahualcóyotl, una de esas facultades de la UNAM pensadas para acercar la universidad a la periferia. Los dos cursaban la carrera de Comunicación y Periodismo, pero Bere era un par de años mayor. Ella le habló de Mr. Indie, una revista pequeña, independiente a fuerza, que varios compañeros habían creado. No era un medio como tal, no uno tradicional, al menos. Era, más bien, la página web de un grupo de estudiantes que se pusieron de acuerdo para tener una plataforma a la que subir sus fotografías, conseguir algo de visibilidad e ir acumulando un portafolio que poder enseñar en una entrevista de trabajo. No se cobraba, no era un empleo al uso, pero era una forma de empezar a rodar en el hostil mundo del periodismo y, de paso, conseguir acreditaciones para cubrir los conciertos del grupo que te gustaba, festivales como el AXE Ceremonia.
Por eso quizá a la opinión pública le cuesta entender qué hacían dos jóvenes fotógrafos que todavía no habían acabado la carrera trabajando un fin de semana, sin cobrar, sin cotizar, sin seguro, en un macrofestival de música donde a los organizadores les pesaba incluso darles una botella de agua a cambio de la cobertura gratis. La respuesta no tiene mucho misterio: por pasión, por necesidad y viceversa. En esas estaban los dos, Berenice Giles Rivera, de 28 años, y Miguel Ángel Rojas Hernández, de 26, cuando el pasado sábado se levantó un viento feo que sacudió una estructura metálica, parte del atrezzo del Ceremonia, que era transportada por una grúa a un lado del escenario. El pesado adorno volcó sobre ellos. Los trataron de reanimar en el lugar, pero no se pudo hacer nada. Al hospital llegaron muertos.
Desde entonces, se ha desatado una guerra de versiones en que los responsables políticos de Morena y el PAN se culpan entre sí, nadie asume responsabilidades y el festival calla, intuyendo lo que viene. Como munición de esa batalla, la muerte de Bere y Miguel. Su marcha fue repentina y dejó un sentimiento de rabia entre sus amigos y su familia, la sensación de algo que se ha interrumpido antes de tiempo, dos historias inacabadas. Ambos de origen humilde, de clase trabajadora, intentaron abrirse camino como mejor supieron en una profesión altamente precarizada, especialmente para los medios independientes.
Algunas palabras textuales con las que sus amigos describen a Bere: era muy espontánea, su risa era muy particular, cuando se reía te contagiaba, amigable, muy movida, muy brillante, hablaba español inglés y francés, siempre quería saber de todo, siempre estaba curioseando, si necesitabas algo estaba allí para ti siempre, muy leal, muy presente, quería que sus amigos salieran adelante, siempre estaba al pendiente de todos, compartía mucho su cariño, era una persona muy increíble, no pedía nada a cambio, ponía a sus amistades y familia por delante de ella, era muy hospitalaria.
En uno de los homenajes a los dos jóvenes, un amigo cercano a Miguel Ángel agarró un micrófono y, con la voz tomada, como pudo, se despidió: “Nunca más volveré a decirle buenos días, nunca más voy a volver a poder contarle un problema, nunca más voy a poder volver a compartirle mis proyectos, mis ideas. Me lo arrebataron por mil pesos. Les juro que daría eso y más por verlo ahora. Les pago todo lo que quieran. Les entrego todo”.
Bere llevaba en Mr. Indie desde los primeros días del proyecto. Allí conoció a Verónica Ramos (26 años), una fotógrafa dos años más joven que ella que se incorporó a la revista en 2017. “Era muy autogestivo, básicamente amor al arte, esperando que en algún momento te volteen a ver. Es bien difícil salir de la carrera con trabajo, uno se acerca a estos medios para hacer portafolio y poder llegar a un lugar donde sí te paguen, pero eso no pasa, muchas veces sigues freelanceando y viendo como moverte”. A Bere y Vero les gustaban los mismos grupos, así que coincidían en conciertos habitualmente. Se hicieron amigas como suelen hacerse amigas dos personas: “Hicimos clic. Empezamos a hablar de cosas más personales, de nuestros problemas, de nuestras familias, nuestros novios, la escuela”.
A Miguel Ángel le apasionaba la música. Es raro encontrar en sus redes sociales algo que no tenga que ver con ella. También le gustaban los cómics, era cinéfilo y caminaba por la Ciudad de México con la cámara a cuestas, buscando atardeceres y esquinas que fotografiar. Creció en Iztapalapa, hijo de un obrero del aluminio, y sus vecinos le recuerdan madrugando para agarrar la combi, con la cámara al hombro, de camino a la FES. “A lo mejor no era el mejor estudiante, pero era el que más le echaba ganas, era un buen muchacho, sé que mi hijo está feliz, aunque a nosotros nos hayan partido el alma”, decía su padre a El Universal, antes de que la familia pidiera “la empatía del gremio periodístico para permitirnos transitar en total privacidad el luto”.
Bere era muy fan de Vampire Weekend y Paramore. Cuando Ramos tenía uno de esos días tristes, le cantaba Misery Business. Era vegana, vivía con varios perros y rescataba animales de las calles para darlos en adopción, recuerda Brian Reyes (28 años), su amigo y colaborador en Mr. Indie. Reyes la conoció, precisamente, en el Ceremonia de hace tres años. Era su primer festival como fotógrafo, andaba perdido y Bere le echó un cable. De ahí se hicieron amigos. “Una vez que nos veíamos en los conciertos y entrábamos al pit era un mundo distinto para nosotros. Salíamos del pit y escuchábamos la música desde fuera mientras platicábamos. Acercarme a Bere fue algo que realmente disfruté en el tiempo que la conocí”.
Miguel Ángel, además de a vivir de la fotografía, aspiraba a viajar. Solo le quedaba un año para acabar la carrera de periodismo. Después de eso, quería rodar, capturar atardeceres y esquinas en otras ciudades. Como Bere, rescataba animales de la calle. Su padre recordaba en la entrevista con El Universal cómo lo hacía desde niño: “Era un chico muy apasionado en todo, recuerdo unas de sus travesuras con su hermana que metía a los perros de la calle a escondidas para cuidarlos, llegó a tener a sus cuatro perros y todo su dinero que ganaba se iba para ellos”. Reyes lo conoció hace unos meses: “Fue una persona muy agradable, tranquila, amable, siempre a la disposición de todos sus amigos”.
Bere terminaba su diplomado este año y planeaba estudiar una carrera de fotografía en París, recuerda Reyes. “París para ella era un sueño”. Mientras tanto, sobrevivía empleada en una empresa que vendía el stock que le sobraba a Amazon. Escribía los copys, editaba videos. De ahí pagaba la renta. Al Ceremonia había ido sobre todo para ver a Charli XCX. “Charlie fue de las primeras artistas que se pronunció sobre lo que pasó y el domingo decíamos: ‘Qué triste que ahora sepa quién es [Bere] y no por las fotos que tomaba, sino porque ya no está’”, lamenta Ramos.
El accidente sucedió sobre las 17.00. Los organizadores del festival bloquearon la información. Cuando la noticia comenzó a correr por la prensa, cortaron la red de internet privada del evento para que los asistentes no pudieran verlo. Nueve horas después de la muerte de los dos fotógrafos, los últimos rezagados del público todavía bailaban a unos metros de donde habían sido aplastados. El Ceremonia no canceló ninguno de los conciertos de la tarde del sábado. El domingo fue obligado a clausurarlo por las autoridades de la alcaldía Miguel Hidalgo, donde está el parque Bicentenario, el lugar donde se celebró el festival. Desde entonces, por parte de los organizadores, la estrategia ha sido de silencio. Apenas dos comunicados, uno de la cuenta cooperativa y otro este martes de Diego Jiménez, el director, en los que se limitan a “lamentar” la tragedia y asegurar que colaboran con las autoridades.
La muerte de Bere y Miguel Ángel ha abierto la conversación sobre la precariedad de los periodistas musicales y el trato de las grandes empresas organizadoras como Ocesa y Grupo Eco. También ha expuesto a un sector de la prensa, que ha bombardeado a la gente que conocía a las víctimas para conseguir “notas lacrimógenas”, critica Ramos. Las familias han pedido intimidad y respeto ante la avalancha. Ramos concluye: “Bere y Miguel eran personas y fueron víctimas de una negligencia por parte del festival, pero tampoco hay que martirizarlos y revictimizarlos, que es lo que está sucediendo en redes. Yo ya estoy harta de que toda la gente se crea con el derecho de opinar, que todo el mundo tenga su versión de los hechos y también juzguen. Desafortunadamente, tienen que pasar este tipo de cosas para que haya un cambio”.
(Con información de El País)