Estamos ante un México que requiere pensarse y actuar de inmediato, ya no hay más tiempo para la espera.
Por un lado, la creciente fuerza del crimen organizado, que controla cada vez más territorios, y el aumento de la violencia e inseguridad están afectando a sectores cada vez mayores de la población y a la economía, lo que los vuelve un obstáculo para el mejoramiento del país.
Por otro lado, es evidente que el gobierno tiene una insuficiencia presupuestal. No hay dinero para invertir en necesidades sociales, en salud, educación, energía, fomento, desarrollo e infraestructura.
Y un estado escaso en recursos es un estado débil social y económicamente, además de vulnerable, por lo tanto es necesario que la economía crezca para lo cual se requieren inversiones públicas y privadas, locales y extranjeras y también un sistema de planeación a largo plazo.
Es tiempo de revisar lo que está pasando y repensar dónde estamos parados, sin duda tenemos que buscar las raíces cardenistas y reencontrarnos con ese cardenismo que dio origen a un país con destino y profundidad, que desarrolló la infraestructura, pusó la atención en la desigualdad y en el combate de la pobreza.
El general Lázaro Cárdenas nos dejó una herencia, vayamos y honremos su memoria con una reforma hacendaria, fiscal y tributaria que considere el destino adecuado del gasto social y una distribución equitativa del ingreso entre los diferentes niveles de gobierno. Eso es el cardenismo en su origen y esa debe ser nuestra meta, el reordenamiento del país, insisto, no hay tiempo para la espera, ya no más un estado frágil y no más espacio para el crimen.