Madrid. La chimenea del tejado de la Capilla Sixtina emitió alrededor de las 11:55 de la mañana (hora europea) una fumata negra, que transmitió que en la segunda votación del cónclave vaticano no hubo consenso entre los 133 cardenales reunidos con derecho a voto, con lo que sigue siendo una incógnita quién será el responsable de suceder al papa Francisco al frente de la iglesia católica. La reunión y del debate seguirán a lo largo de la tarde, una vez que harán una pausa para comer y descansar un rato antes de reanudar la sesión.
En la plaza de San Pedro, desde donde se divisa con nitidez la pequeña salida de humo que comunica con el interior de la Capilla Sixtina, una multitud de fieles, periodistas y curiosos están atentos a cualquier movimiento de la pequeña chimenea. El humo que salga de ahí es el único mensaje público que hacen los 133 cardenales reunidos en el cónclave, que tienen obligación de mantener en absoluto secreto todo cuanto ahí se discuta y se vote. Si el humo es blanco, eso querrá decir que han llegado a un consenso y que, por tanto, ya han elegido al nuevo sucesor de San Pedro al frente de la iglesia católica. Pero si la fumata es negra, como fue en esta segunda votación del cónclave, entonces el debate y las votaciones continuarán, así hasta que alcancen un acuerdo. A lo largo de la historia de la religión católica, la votación más rápida para elegir al nuevo papa duró tan sólo diez horas, mientras que la que más se prolongó duró más de tres años.
Para la elección del nuevo papa es necesario que tenga el apoyo de al menos dos tercios de cónclave, es decir 89 votos. Uno de los supuestos favoritos para el cargo es el secretario de Estado vaticano, Pietro Parolin, quien también es el presidente del cónclave.
Después de cada votación, se quemarán las papeletas en una estufa y se añadirán productos químicos para lograr que el humo que despidan sea negro (si ningún candidato llega los dos tercios) o blanco (que será cuando podrán entonar el “Habemus Papam”). La media en los últimos cónclaves ha sido de tres días, aunque tanto Francisco como Benedicto XVI fueron elegidos al segundo día.