Ciudad de México. Sin incidentes transcurre la visita a los cementerios de la ciudad, donde cientos de personas acuden desde temprano al reencuentro con sus difuntos con motivo del Día de Muertos.
Panteones comunitarios como el del pueblo de Los Reyes, Coyoacán, se vuelven además espacios de convivencia familiar, en la que se comparten alimentos y el tiempo para ir de una tumba a otra para arreglar las tumbas de abuelos, padres, tíos y demás parientes sepultados en el lugar.
Son también espacios de convivencia comunitaria en donde previo a la celebración del Día de Muertos, desde el primer domingo de octubre, pobladores acuden a realizar faenas en las que no sólo limpian y dan mantenimiento a las tumbas de sus deudos, sino a todas las demás.
Frente a la tumba de José Belmont, su hijo José Luis convive con su hermana Elísea, su esposa Antonia Irma Martinez, y el hijo de ambos, José Luis, quien llevó su guitarra para cantarle a su abuelo algunos boleros que le gustaba escuchar.
Llevan además a cinco menores, tres sobrinos y dos nietos, “para inculcarles la tradición”, cuenta que ayer se hizo una alumbrada, hasta las dos de la mañana que permaneció abierto el panteón, en la que colocaron veladoras en las tumbas y se iluminaron los pasillos adoquinados con ceras depositadas al interior de bolsas de papel con tierra en el fondo para fijarlas en el centro.
De la iglesia salió “La Catrinada” en un recorrido por las calles del pueblo con comparsa de Chinelos y donde adultos y menores se disfrazan de catrinas y catrines para llegar al panteón.
En el panteón de Xoco, aunque los visitantes se aglomeraban en la entrada y en algunos al interior las visitas se dispersaban y parecía semi vacío, con no todas las lápidas adornadas con flores.
Resaltaba sin embargo la de Fabiola Contreras, casi al centro de cementerio, a donde llegó hace siete años, recuerda si hermano Raymundo, quien se llevó dos meses en elaborar los decorados, desde el papel picado, las guirnaldas y el pintado del aserrín para formar un tapete desde el pasillo hasta la lápida.
Este año enfrentó algunos problemas laborales y a diferencia de años anteriores en que contrata grupos de bandas para cantarle, sólo esperaba a una estudiantina de la FES Iztacala de la UNAM, donde su hermana hizo la carrera de Filosofía y Letras, que llegarían mas tarde.
Extrañado por la ausencia de la música que cada año le lleva, familiares de un difunto vecino le compartieron dos piezas con marimba: Amor eterno y A los cuatro vientos.