WASHINGTON (AP) — El presidente Joe Biden ha hecho algunas afirmaciones fuertes en los últimos días sobre cerrar la frontera entre Estados Unidos y México mientras trata de salvar un acuerdo fronterizo en el Congreso que también desbloquearía dinero para Ucrania.
El acuerdo llevaba meses en proceso y parecía a punto de finalizarse en el Senado, pero comenzó a desmoronarse, principalmente porque Donald Trump —que encabeza las preferencias para ser el nominado republicano a la presidencia— no quiere que se lleve a cabo.
“Un proyecto de ley bipartidista sería bueno para Estados Unidos y ayudaría a arreglar nuestro averiado sistema de inmigración y permitir un rápido acceso a aquellos que merecen estar aquí, y el Congreso necesita conseguirlo”, dijo Biden el fin de semana. “También me dará como presidente la autoridad de emergencia para cerrar la frontera hasta que vuelva a estar bajo control. Si ese proyecto fuera ley hoy, yo cerraría la frontera ahora mismo y la arreglaría rápidamente”.
Este es un vistazo a lo que Biden se refiere, y las consideraciones en materia política y normativa que están en juego:
Biden quiere un financiamiento continuo para Ucrania ante la invasión rusa. En un principio los senadores republicanos habían dicho que no sopesarían enviar más dinero a Kiev a menos de que esté combinado con un acuerdo para gestionar la frontera.
A medida que avanzan las negociaciones, Biden ha ido apoyando los empeños para alcanzar un acuerdo fronterizo bipartidista luego de años de estancamiento en una reforma al sistema de inmigración. Pero su declaración de que cerraría la frontera “ahora mismo” si el Congreso aprobara el acuerdo propuesto tiene más que ver con la política que con una cuestión de normativas.
Él intenta echar por tierra las críticas sobre su manejo de la migración en la frontera en un momento en que este tema preocupa cada vez más a los estadounidenses de cara a las elecciones presidenciales.
No. El comercio continuaría, y las personas que tienen la ciudadanía estadounidense y los residentes legales seguirían yendo y viniendo.
Biden se refiere a una autoridad de expulsión que están negociando los legisladores y que entraría en vigor automáticamente los días en que los cruces ilegales superaran los 5.000 en un promedio de cinco días a través de la frontera sur, que actualmente registra hasta 10.000 cruces diarios. La autoridad suspende las revisiones para un posible otorgamiento de asilo para quienes cruzan ilegalmente. Los inmigrantes podían seguir solicitándolo en los puertos de entrada hasta que el número de cruces descendiera por debajo de 3.750 al día. Pero estas son estimaciones; el recuento final aún no se ha concretado.
Hay también una iniciativa para cambiar la forma en que se procesan los casos de asilo. En la actualidad, un caso tarda varios años en resolverse y, mientras tanto, muchos migrantes son liberados dentro del país para que aguarden. Los republicanos consideran que esa es una razón que motiva a más migrantes a venir a Estados Unidos.
El objetivo sería reducir a seis meses el tiempo que se lleva alcanzar una resolución. También se elevarían los requisitos para que los inmigrantes puedan solicitar asilo en primer lugar. En la actualidad, el estándar es amplio para que los solicitantes de asilo potenciales no queden excluidos, pero los críticos sostienen que se abusa del sistema.
Sí. Trump se comprometió a “cerrar” por completo la frontera sur de Estados Unidos —incluido al comercio y al tránsito— en un intento por obligar a México a que tomara más medidas para reducir la afluencia de migrantes. Sin embargo, no lo cumplió. Pero los demócratas criticaron duramente el discurso, tachándolo de draconiano y xenófobo. Lo más cerca que estuvo Trump de cerrar la frontera fue durante la pandemia de COVID-19, cuando utilizó sus autoridades de emergencia para limitar severamente el asilo. Pero el comercio y el tráfico continuaron.
Las recientes similitudes al expresidente por parte de Biden, que desde hace tiempo había alegado que las políticas fronterizas de Trump eran inhumanas, reflejan la creciente preocupación del público por la inmigración ilegal. Pero la postura de Biden amenaza con ganarse la antipatía de los progresistas, que ya creen que se ha desplazado demasiado hacia la derecha en lo que respecta a las políticas fronterizas.
El presidente de la Cámara de Representantes, Mike Johnson —aliado de Trump y crítico del acuerdo propuesto—, ha alegado que los mandatarios ya cuentan con la autoridad suficiente para frenar los cruces fronterizos ilegales. Biden podría, en teoría, limitar fuertemente las solicitudes de asilo y restringir los cruces, pero casi con toda seguridad esas iniciativas serían impugnadas en la corte, y es mucho más probable que sean bloqueadas o reducidas drásticamente si no hay una ley del Congreso que respalde los nuevos cambios.
“El Congreso necesita actuar”, dijo la secretaria de Prensa de la Casa Blanca, Karine Jean-Pierre. “Deben actuar. El presidente Johnson y los representantes republicanos deberían proporcionarle al gobierno los cambios en las políticas y los fondos necesarios”.
Las posibilidades de que se apruebe son escasas.
Un grupo clave de senadores que negocia el acuerdo esperaba dar a conocer el texto detallado esta semana, pero los conservadores ya dicen que las medidas no van lo suficientemente lejos para limitar la inmigración.
Johnson envió el viernes una carta a sus colegas que lo alínea con los conservadores de línea dura determinados a hundir el acuerdo. El presidente de la cámara baja dijo que, de ser ciertos los informes filtrados, el proyecto de ley habría estado “muerto al llegar a la Cámara de Representantes”.
Uno de los principales negociadores del Senado, el republicano James Lankford, dijo al programa “Fox News Sunday” que, tras meses de presionar sobre la seguridad fronteriza y clamar por un acuerdo vinculado a la ayuda a Ucrania, “cuando por fin estamos llegando al final”, los republicanos parecen estar diciendo: “‘Oh, sólo estaba bromeando, en realidad no quiero un cambio a la ley porque estamos en un año de elecciones presidenciales’”.
Trump está reacio a darle una victoria a Biden en un asunto que impulsó la exitosa campaña del republicano en 2016 y que él quiere utilizar mientras intenta volver a la Casa Blanca.
El expresidente dijo el sábado: “Combatiré (el acuerdo) hasta el final. Muchos de los senadores intentan decir, respetuosamente, que me echan la culpa a mí. Yo digo: eso está bien. Por favor, cúlpenme a mí. Por favor”.
El apoyo de Biden al marco legislativo pone de manifiesto cómo han sido obstaculizados los intentos del gobierno para promulgar una reforma migratoria más amplia.
En su primer día en el cargo, Biden envió una propuesta integral de inmigración al Congreso y promulgó más órdenes ejecutivas que Trump. Desde entonces ha emitido más de 500 medidas ejecutivas, según un recuento del Instituto de Política Migratoria, una entidad apartidista.
El enfoque de su gobierno ha sido vincular nuevas rutas humanitarias para los migrantes con medidas enérgicas en la frontera en un intento por disuadir a los migrantes de realizar el peligroso viaje a pie hasta la frontera entre Estados Unidos y México, y en lugar de ello viajar en avión con un patrocinador. Algunas políticas han tenido éxito, pero el número de cruces ha seguido aumentando. También ha tratado de hacer que el problema migratorio sea un asunto más regional, aprovechando su experiencia en política exterior para negociar acuerdos con otras naciones.
Los asesores y aliados de Biden consideran que los cambios en materia de asilo forman parte de la campaña de medidas represivas y por eso se han mostrado receptivos a las propuestas. Pero se han resistido a los intentos de quitarle al presidente la capacidad de conceder el “permiso condicional humanitario”, es decir, permitir la entrada de inmigrantes a Estados Unidos en casos especiales durante emergencias o conflictos mundiales.
Con material de AP