En los últimos meses hemos visto cómo el planeta se empieza a llenar de escenarios de guerra.
Primero fue la invasión rusa a Ucrania, luego el conflicto Israel – Palestina, y en los últimos días, los ataques de Irán a Israel; después de años de relativa calma, el fantasma de la guerra aparece en el mundo y mientras la guerra y sus gastos aumentan, también lo hacen la pobreza, la desigualdad y la migración.
En 2023 el gasto militar creció 6.8 % y el monto que se invirtió es de
2.4 billones de dólares, una cifra imponente para misiles, tanques, drones y aviones militares; países como Rusia, Estados Unidos, China y la India han reforzado sus fuerzas armadas, bueno incluso Argentina con el nuevo presidente Milei, cambió su flota aérea por aviones modernos.
Sorprenden el gasto de guerra, mientras caravanas de migrantes buscan un pedazo de pan o un empleo para salir adelante.
Vivimos en un planeta donde se le dice sí a los gastos de la guerra y se le dice no a gastar para la paz con empleo, basta solo imaginar qué sería del mundo si esos 2.4 billones de dólares se hubiesen invertido en fábricas, en caminos, en escuelas, en hospitales; quizá la pobreza que vemos en lugares como en el mundo árabe, África y América Latina se hubiese disminuido un poco.
Todo indica que los tambores de guerra seguirán sonando y silenciando las voces del hambre. De la guerra Rusia – Ucrania pocos se acuerdan, el conflicto Israel – Palestina se empieza a ver como algo normal y el mundo está listo para ver otro escenario de guerra que puede brotar en cualquier parte.
Lo que no vemos es un acuerdo para construir una paz basada en la reconstrucción de las economías de los países que hoy están llenos de desigualdad y expulsan mujeres, niños y jóvenes con sueños rotos y sin confianza en lo que viene, creo que ya es tiempo de cambiar la ecuación y pensar en un mundo donde la paz y el bienestar no sea una quimera.
